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En su aniversario, 9 de Julio es “Patria” para Néstor Montalbano

En un nuevo año de la localidad, Letra P conversó con el reconocido y talentoso guionista y director de cine y televisión, Néstor Montalbano, criado al olor del pan caliente y en constante contacto con el mundo que lo rodeaba, y sin pelos en la lengua para reconocer sus grandes errores de la vida y, a su vez, para manifestar el cariño hacia la ciudad que lo vio nacer y crecer, incluso en su vida profesional.

En un clima muy cálido y en un tono muy ameno, el cineasta narró algunas cuestiones vinculadas con sus recuerdos de la infancia en 9 de Julio, y explicó que el primero que se le viene a la cabeza es, “como fui hijo de un panadero, la panadería”. De acuerdo a sus relatos, la misma lleva el nombre de “La Nueva”, pero en el pueblo la conocen más como “Montalbano”. A continuación, Montalbano, señaló que a través de ella logró generar un “vínculo con la gente del pueblo, primero de chiquito los nenes de la cuadra, de más grande correteando por el negocio, y cuando comencé a trabajar ahí, detrás del mostrador”.

 

Si bien la mayoría de sus recuerdos están vinculados con el trabajo de sus padres, no quiso dejar de remarcar que “9 de Julio fue un lugar muy especial, es el aroma a un pueblo en otoño con hojas que se queman, es la primavera y las rosas; y el pasto del campo recorriéndolo con mis perros en un atardecer de verano”.

 

Pero sin más, retomó su amado comercio y subrayó que era muy popular, y “con popular quiero decir que mi papá era un tipo muy generoso que, más allá de llevar adelante un negocio, había una puerta trasera por la cual, muchos que no tenían para comer, él les daba pan gratis”. Y dijo, “lo que más recuerdo es convivir con todos tipos de mundos, es decir, desde clases sociales hasta cuestiones culturales, eso es lo que, hasta el día de hoy, me ayudó a vincularme con la gente y entenderla un poco más, a percibirla, y parte de lo que soy, de lo que hago como director tiene que ver con eso que traigo de ese entonces”.

 

Narrando su experiencia se mostró muy agradecido por la experiencia que le tocó vivir en su infancia porque “me relacioné con el más pobre, y hasta con el más pudiente del pueblo y todo bajo un mismo guardapolvo, que eso también es muy importante”. A la vez que contrapuso con su vivencia actual, al vivir en la Ciudad de Buenos Aires, “el chico no tiene acceso a eso, sólo se vincula con la gente de su ámbito, eso es lo que siempre me impacta, me abrió mucho la cabeza para relacionarme con la gente”.

 

A continuación, explicó que su historia familiar tuvo mucho que ver con su elección laboral porque “provengo de una familia con un interés bastante particular por el arte, a mi mamá le gustaba disfrazarse, a mi papá le gustaba mucho el cine, mis abuelos tocaban el acordeón y organizaban fiestas populares”. Además, el ambiente del cine que se vivía en esa época también lo fue orientando, “en ese momento estaba Leonardo Favio, que retrataba esa cosa popular que yo sentía en el pueblo, y esas tardes de matinée en el cine me hacían viajar a mundos fantásticos que de camino a casa lo podía recrear con total libertad”. Y por unos segundos, se perdió entre recuerdos, sonrisas, volvió a ser niño y casi con melancolía rememoró que “en una montaña de arena tenía la montaña del Oeste, en el fondo de mi casa tenía la selva de Tarzán; fue muy generosa la libertad que se tiene en los pueblos que acá no”. Eso, “todo el tiempo, para un tipo que viene con un gen artístico, me ha sido motivo de reflexión, siempre viví en fantasías, en mundos de película”, afirmó.

 

Las primeras producciones las realizó en la localidad de la que es oriundo, y según, Montalbano, significó un momento mágico porque “todo eso que yo había soñado desde chico lo pude ejercer viviendo ahí, ya veinteañero y cuando lo realizaba allá, hoy me doy cuenta que lo hacía con la misma responsabilidad, seriedad y rigor con el que trabajo hoy”. Al mismo tiempo, expresó que más allá de la pasión, “si no se me hubiese dado la posibilidad de irme a Buenos Aires, estaría haciendo lo mismo en 9 de Julio y seguro habría crecido ahí con esto y seguro que a lo mejor me estaría divirtiendo produciendo películas”. Y reflexionó, “pero al mismo tiempo, pienso que seguramente no habría tenido la posibilidad de alcanzar este ‘crecimiento’ (entre comillas) pero no hubiese parado porque el corazón siempre me pidió eso, y eso es incuestionable”.

 

Paralelamente señaló que “nunca busqué conscientemente hacerle aportes a 9 de Julio desde mi trabajo pero es algo a lo que no puedo escapar, todas las películas que he hecho se tratan de tipos que se fueron de un pueblo y volvieron después de 15, 20 o 30 años a resolver alguna cosa en ese lugar y todas mis películas terminan anclando en un pueblito”. Eso es algo que nunca se propuso, pero que lo tocó continuamente, incluso contó que su primera película “la sentí porque la historia tenía como epicentro un pueblo con personas que tranquilamente podría conocer”.

 

En esa misma línea, detalló que nunca tuvo la intención de contar historias reales del pueblo, ni que tampoco replicó personajes, pero que seguramente moldea todo el tiempo a los personajes de sus historias con cuestiones del distrito y con cosas que  él vivió allá. Por ejemplo, indicó que “ahora voy a hacer una película en las sierras, con gente de pueblitos, y estoy armando los personajes, los casting entonces recuerdo cosas de 9 de Julio; y los personajes que voy construyendo los llevo para uno u otro lado, me acuerdo de fulanito de tal que se miraba de una forma frente al espejo de la panadería. Voy pensando los personajes de mis historias en función de la gente que fui conociendo a lo largo de mi vida, y sobre todo durante mi vida en esa localidad”, aseveró.

 

Y al respecto recalcó que “la esencia está allá, lo que me motiva, 9 de Julio me dio todo, la Patria es la infancia y todas las experiencias vividas, las cuestiones sensoriales, esas cosas no te las sacas más”. Incluso, cuando me encuentro perdido en mi esencia, no logro ponerme creativo, y pierdo el eje de saber lo que soy, lo que siento y donde vibro, me hago una escapada para allá, me reencuentro con los lugares que pisé cuando era chico, donde estaban mis sueños y me vuelvo a alimentar de eso, es como que me reseteo”, sostuvo con un tono recapacitador, como si se estuviera dando cuenta de esa práctica en ese mismo instante.

 

Por último, contó cuestiones vinculadas con sus trabajos más reconocidos, y expresó que “lo poco que yo le di a Chachachá y a Todo por Dos Pesos, siempre tuvo que ver con aportarle esa esencia de 9 de Julio, de hecho Alfredo Casero quiso viajar para conocer mi mundo”. Y que no sintió diferencias al trabajar con artistas reconocidos que con los de su amada ciudad.

 

“Nunca sentí diferencia entre trabajar con Diego Capusotto y con Oscar Avelino, que es un actor muy talentoso del pueblo, tuve la suerte que justo cuando el tren pasaba, me puso junto a una generación que aportó un lenguaje y unas particularidades de la época que aún hoy van a tener un reconocimiento. Pero lo que yo pude haberles aportado a ellos, está relacionado con lo que Oscar Avelino, el Gordo Alcón y otros actores de mi pueblo me aportaron a mi, que lo que realmente les faltó fue tener la oportunidad que tuvo Capusotto o Alfredo Casero para estar”, dijo.

 

Montalbano, pensó en voz alta, y acusó, “talento se puede encontrar en un montón de lados, algunos lo pueden abordar porque realmente tienen un acercamiento a los poderes que manejan las posibilidades, y el ejercicio hace que vayas cosechando más talento, vivir de eso hace que te vayas haciendo, e incorporar más talento y que puedas alcanzar un training de trabajo que te hace al oficio”, y agregó, “no es lo mismo el tipo que trabaja en la municipalidad y que a la noche una vez por mes haga sus presentaciones”.

 

Por otro lado, “quiero remarcar que trabajar con el SER humano, Diego Capusotto, se lo agradezco a dios toda la vida, porque ese es un tipo de pueblo, si estuviéramos los dos en 9 de Julio trabajando, nos moriríamos de risa; en cambio otros que se la creen, no merecen mucho respeto”.

 

En ese sentido, subrayó que “lo lindo que me dio el pueblo es la humildad,  lo reconozco,de poder disfrutar de las cosas cotidianas y de lo que viví cuando era chico allá, de eso no me desprendí nunca. Como todo ser humano, tuve el momento pelotudo de creérmela un poquito, y así me estrolé, y lo maravilloso fue estrolarme, para volver a recuperar todos esos recuerdos, esas florcitas de primavera, el aire de campo, el pastito verde, los sonidos de la panadería, y a partir de ahí, Néstor navega feliz, siendo un soñador eterno y usando la vida”, concluyó.

 

Por Shalom Jaskilioff

 

@shalomjaskiliof

 

Guillermo Montenegro y Ramón Lanús.
Casa Mar en Pinamar.

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