Si en los 90 la novedad en el sistema de medios fue la inyección de capitales financieros al esquema de propiedad, en los últimos diez años, el escenario mediático se encuentra en plena ebullición ante la velocidad con la que Google y Meta –Facebook- imponen sus políticas en el orden de la producción, distribución y circulación de noticias.
La alianza entre estos gigantes digitales y las empresas periodísticas se delineó entre el amor y el odio. En un primer momento, los medios tradicionales mostraron cierta desconfianza. Sin embargo, luego forjaron una ¿resignada? amistad en la que van adaptándose a las “buenas prácticas” del algoritmo para mantener o ganar audiencias.
Esta relación de confraternidad no está exenta de conflictos, por ejemplo, respecto a los cambios de los algoritmos y el impacto en el acceso de los usuarios a los sitios de noticias. Puede ocurrir que un sitio caiga de un mes a otro un 70% de las visitas. La explicación: el algoritmo. Google y Meta asumen un rol en la edición al seleccionar el orden de aparición de una noticia por sobre otra y al vincular una búsqueda con el título de una nota pero que no es el título original que el medio había establecido. Hasta elaboran versiones propias y asumen un rol más activo sobre los contenidos que toman gratuitamente de los medios.
A cambio, ofrecen una batería de soluciones atractivas para que los medios, que son considerados productores de contenidos, aprovechen las bondades del sistema. Para ello, construyen acuerdos como Google News Showcase o Google News Initiative a través de los cuales ofrecen capacitaciones gratuitas sobre modelos de sustentabilidad e innovación y la utilización de las herramientas Search Engine Optimization (SEO), que permite ganar mayor visibilidad en los motores de búsqueda, casualmente un mercado dominado por Google, que alcanza hoy una cuota de mercado del 85,5% a nivel global, según la consultora Statista. No pertenecer puede resultar una excentricidad.
Google y Meta definen sus criterios de calidad y sirven para jerarquizar y mejorar el posicionamiento de una nota periodística en Internet. Estas prácticas son las mismas para un gran medio o un medio local, por lo que no discrimina por el tamaño. La diferencia estriba en que un gran medio puede adaptarse más rápido por la capacidad de generar contenidos y disponibilidad de equipos técnicos y recursos.
El ejercicio de esta curaduría impacta en las redacciones, pero el grado en que estas reglas se incorporan al trabajo periodístico depende de las decisiones editoriales de cada medio y de cada periodista. Algunos están más atentos que otros a tomar sus recomendaciones, por ejemplo, a cómo seleccionar las palabras para titular según las tendencias que muestra la aplicación Google Trends; o si se puede publicar alguna imagen porque, en el caso de Facebook, puede llegar a bloquear la cuenta; o cómo estructurar la nota para aumentar el tiempo del usuario en el sitio web. Google y Meta compensan a quien incorpora sus criterios y quien no, lo ignora o lo cancela.
Estas plataformas son la puerta de entrada de tráfico de audiencia que, a la vez, se transforma en un ingreso de dinero -en dólares- para los medios. A pesar de que son ingresos magros, el clickbait está a la orden. Por lo tanto, los medios adoptan esas herramientas y salen a buscar al usuario pasivo de Facebook, que busca seducirlo para captar su atención, y al usuario activo de Google, que realiza una búsqueda a demanda y hay que convencerlo. Entonces, ¿hasta qué punto el trabajo periodístico queda enredado en estas métricas?
Como señala Boris Groys, Internet ofrece una interesante combinación de hardware capitalista y software comunista. A través de la publicidad programática, las plataformas ejercen su poder con el dinero y, a través de sus “buenas prácticas”, construyen confianza y advierten que -aún- no producen contenidos.
El periodismo navega en el oleaje de Google y Meta, como entre tantas otras olas, hacia la búsqueda de una integración entre estas herramientas técnicas-operativas y el ejercicio periodístico. ¿Estos gigantes digitales pueden llevar al periodismo hacia la servidumbre? Por ahora, “el periodista Google” no triunfó.