BIO. Nació en Buenos Aires y tiene 58 años. Se recibió de licenciada en Ciencias Económicas en la UBA y realizó un master en Desarrollo Económico en la universidad estadounidense de Yale. Trabajó como consultora del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Entre diciembre de 2005 y enero de 2008 fue diputada nacional, cargo que dejó para asumir como presidenta del Banco Nación. De allí pasó al Banco Central, al que dirigió entre 2010 y 2013. Hoy preside la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE) y es coordinadora del Programa de Innovación Productiva y Desarrollo del Campus Tecnológico de la UNSAM. “Tengo tres hijos maravillosos y, por sobre todas las cosas, soy una militante política”, se define ella.
-¿Cómo se llegó a este momento crítico, con un dólar ya casi en $30, una inflación en alza y una recesión encima?
-Llegamos por una decisión política del Gobierno, que instauró un modelo de especulación financiera, con decisiones que de gradualistas no tuvieron nada. Lo que hicieron fue un shock absoluto de eliminación de restricciones a los capitales especulativos, de desregulación total de la compra de dólares, para atesorar y fugar, y de una visión ortodoxa sobre la inflación que llevó el rendimiento de las letras del Banco Central a niveles aberrantes. Ese conjunto de decisiones convivió con intereses de deuda cada vez mayores y con una acentuación del desequilibrio externo, agravado por una apertura comercial. Además, hubo una fuga de capitales muy fuerte. La gente tiene que tener muy claro que este Gobierno, que dijo que iba a levantar el cepo y que iban a llover dólares, tuvo mucha más fuga que la que tuvo Cristina (Fernández Kirchner) en sus peores momentos.
-Está hablando de una concepción ideológica de fondo.
-Claro, porque imperó la idea de que el capital es un amigo, pero la realidad indica que lo es solamente hasta que la percepción de riesgo pasa a ser mayor que el beneficio. Ahora, el capital especulativo ya pegó la vuelta y los argentinos con capacidad de ahorro se dolarizaron hace tiempo. Y todo pasa por lo que fueron las políticas de este Gobierno, no por la sequía ni por el aumento de la tasa de interés en Estados Unidos. Es cierto que esto último complicó el financiamiento, pero en ningún otro país de América Latina ni ningún otro emergente tuvo una devaluación como la que se produjo acá, que hizo que salieran corriendo a pedirle ayuda al Fondo.
-La restricción de dólares es un mal histórico de la economía argentina. El kirchnerismo lo manejó a través de controles que terminaron llamándose “cepo”, algo que se dio durante su época como presidenta del Banco Central. El macrismo hoy tropieza con la misma piedra, pero aplica la receta opuesta de la desregulación radical. ¿Es fatal tener que elegir entre controles que terminan trabando la economía y una apertura financiera que deriva en cuadros como el actual? ¿No hay lecciones para extraer o alternativas para el futuro?
-Sinceramente, estoy cada vez más convencida de que si no reconocemos que nuestra economía, en la que una gran parte del ahorro que genera se dolariza y se va del circuito productivo y de la distribución de riqueza, no podemos ni sentarnos a discutir sobre posibilidades de desarrollo. Para transfomar la estructura productiva se necesita de más inversiones de capital privado y en parte, público, y no podemos permitir que ese excedente se dolarice y se fugue. Estamos chocando de nuevo con la restricción externa. Es un tema que hay que discutir muy integralmente. Creo que en la etapa kirchnerista no lo vimos tanto porque teníamos superávit externo, porque los precios de las materias primas de exportación eran muy altos y porque, en gran parte, no tuvimos déficit energético. Eso cambió con la crisis internacional. En ese momento ya se advirtió que la economía no generaba los dólares necesarios y apareció el problema de la fuga, que drenaba riqueza de la economía doméstica. Ante eso, se tomó la decisión de regular el mercado de cambio como un mal menor a la otra alternativa, que es la que aplica ahora el macrismo. El año pasado, se compraron divisas para ahorrar por 48.000 millones de dólares. Realmente no es muy democrático que los 44 millones de argentinos nos endeudemos para que un millón de CUIT se lleven los dólares.
"Imperó la idea de que el capital es un amigo, pero la realidad indica que lo es solamente hasta que la percepción de riesgo pasa a ser mayor que el beneficio. Ahora, el capital especulativo ya pegó la vuelta y los argentinos con capacidad de ahorro se dolarizaron hace tiempo."
-¿Qué opina de la salida de Federico Sturzenegger del BCRA y de su reemplazo por Luis Caputo? ¿Lo primero era inevitable? ¿Lo segundo es la mejor alternativa disponible?
-Creo que si ponemos el foco en los nombres nos equivocamos. Lo dijo el propio Gobierno: se va a aplicar el mismo programa económico, que es el del Presidente (Mauricio Macri). Ahora, con respecto a lo que desencadenó esa decisión, tengo muchas críticas al manejo de la corrida cambiaria, creo que se actuó con absoluta ineptitud. Ya se investigará si esas intervenciones tan equívocas fueron casuales o intencionales.
-¿Usted dice que se pudieron haber cometido delitos cuando se intervino en el mercado mediante la venta de reservas? Muchos señalan que esa política fue errática, un día sí y al siguiente no, una vez vendiendo para contener al dólar y luego convalidando una suba...
-No suelo tener miradas conspirativas y en una lógica de timba financiera como la que domina hoy la economía argentina siempre hay quienes hacen grandes ganancias. Pero sí creo que hubo mucho desmanejo. En cada rueda, en cada pulseada del mercado, me ponía nerviosa ver lo que se hacía.
-Retomando lo anterior: ¿piensa que la llegada de Caputo al Central puede contribuir a tranquilizar al mercado?
-Primero se suponía que lo que iba a calmar al mercado rea el acuerdo con el Fondo, pero no pasó nada de eso. Ahora cambiaron al presidente del Banco Central, poniendo a un amigo del mercado, y el dólar se volvió disparar (el viernes). Lo que pasa es que tenemos un problema de fondo, que no se va a resolver porque la mesa de dinero del Banco Central ahora vaya a tener un operador más eficiente. El problema es que la Argentina no tiene dólares por su desequilibrio externo y por la fuga, lo que va a hacer que el endeudamiento con el Fondo entre por una puerta y salga por otra, la de la fuga. El proceso económico se le fue de las manos al Gobierno, lo que es muy preocupante. Y ahora está en una encerrona: o para la fuga de capitales o el dólar, que el FMI pide que flote, no tiene techo.
-¿Se pudo haber evitado el retorno al FMI?
-Creo que no. El nivel de demanda de dólares originado en la fuga de capitales era y es tal que los capitales especulativos, al ver que nos habíamos endeudado más que cualquier otro país del mundo, se fueron ni bien aumentó un poquito la tasa de interés en Estados Unidos. Con eso, las posibilidades de acceder a financiamiento en el mercado estaban bastante saturadas. No por nada el país perdió reservas por 11.000 millones de dólares en lo que va del año. Ante esa inercia, el Gobierno tuvo que salir corriendo a pedirle ayuda al Fondo, que respondió con un apoyo fuerte a este proyecto económico. El Fondo y Estados Unidos quieren que este Gobierno se mantenga.
Primero se suponía que lo que iba a calmar al mercado rea el acuerdo con el Fondo, pero no pasó nada de eso. Ahora cambiaron al presidente del Banco Central, poniendo a un amigo del mercado, y el dólar se volvió disparar. Lo que pasa es que tenemos un problema de fondo, que no se va a resolver porque la mesa de dinero del Banco Central ahora vaya a tener un operador más eficiente.
-Conocida ya la carta de intención, ¿advierte un FMI diferente al conocido en algún sentido?
-No veo ninguna diferencia, lo que se nota en las mega condicionalidades de este mega crédito, que ya sabemos cómo va a terminar. El Fondo no cambió ni una coma de su programa ahistórico, acrítico y atemporal. Es el mismo que le impuso en su momento a la Argentina, a Grecia, a Jamaica o a Kenia y que en todos los casos llevó a crisis y a sufrimiento social, sobre todo a los más postergados. La única flexibilidad que se observa es la posibilidad de flexibilizar un poco las metas fiscales en caso de que haya que aumentar los programas sociales, lo que, a su vez, es un reconocimiento anticipado de la exclusión que saben que van a generar.
-Usted habla de un FMI que es el mismo de siempre y de mega condicionalidades, pero a la vez sostiene que la entidad apoya al Gobierno. ¿Cómo se explica eso?
-El apoyo lo veo en el monto que concedió y en la premura con la que se hizo. Pero no hay contradicción entre las dos cosas, porque el Fondo y el Gobierno piensan lo mismo y creen que estos programas son viables. Tampoco en este aspecto tengo una mirada conspirativa y no creo que el Gobierno haya venido a rapiñar todo lo posible en cuatro años ni que esto que está pasando sea lo que querían. No. Creo que vinieron a refundar el país, a modificar la economía y la sociedad estructuralmente, pero que la crisis les estalló en las manos por su propia ideología y porque no ven la criatura que engendraron. Por eso, lo que perdieron de capital político en dos años y medio es brutal.
-¿Cómo ve el futuro inmediato en términos de inflación y actividad?
-Ya estamos en una etapa de desaceleración económica. Ya anticipaba que este año no se iba a crecer porque las fuentes de crecimiento se evaporaban, pero ahora la situación es peor por la inflación que genera la disparada del dólar. Creo que un 27 o 28% de inflación para el año es una previsión que está más firme que nunca.
-Algunos economistas ya hablan de más de un 30%. Al menos en ese punto es un poco menos pesimista.
-No, porque creo que se subestima el impacto de la recesión, que siempre es el antídoto ortodoxo para reducir el aumento de los precios, aunque esa sea la paz del cementerio. Entonces, la recesión puede hacer ese trabajo sucio a través de la caída de la demanda y el consumo vía salarios, con aumentos del 15% que ya se comió la inflación. Eso va a ser así más allá de las presiones por una reapertura de paritarias y de la conflictividad social. Es ese escenario, veo un 2018 y un 2019 recesivos, porque el ajuste comprometido con el Fondo es muy fuerte.