El presidente de Brasil, Michel Temer, está entre la espada y la pared. Urgido a poner fin a una protesta de camioneros que sumió al país en un extendido desabastecimiento de combustibles y alimentos frescos, cedió el domingo a última hora al ordenar a Petrobras un recorte de 46 centavos de real en el precio del gasoil, alrededor de un 12%, por 60 días. Sin embargo, la medida cayó muy mal en el mercado financiero, que ve crecer la posibilidad de que el Gobierno abandone la política de ajuste continuo de tarifas (similar a la aplicada en la Argentina), afecte los resultados de Petrobras y agrave el cuadro fiscal del país.
Mucho costo para pocos resultados: los piquetes persistían este lunes en más de vente estados y el movimiento de los camioneros parecía fuera de control. Encima, los sindicatos de petroleros definían una huelga de 72 horas a partir de este miércoles en reclamo de la renuncia del presidente de Petrobras, Pedro Parente.
El fondo de la crisis es la decisión de este funcionario, un hombre cercano al expresidente Fernando Henrique Cardoso al que Temer ató su política energética, de vincular el precio de los combustibles en lo surtidores a la evolución del barril de petróleo en el mercado internacional y al del dólar en el doméstico.
Lo mismo que definieron en la Argentina Mauricio Macri y Juan José Aranguren y que debió ser suspendido hasta julio para no calentar más la inflación y el humor de la calle. Aranguren, sin embargo, les dijo a senadores de Cambiemos que las naftas tienen un atraso del 40% que deberá ser eliminado en el segundo semestre. ¿Lo que ocurre en Brasil será Brasil un aviso para el Gobierno nacional?
Allá y acá, la política de internacionalización del precio de los combustibles y de vinculación con la evolución del dólar se dio en el momento más inoportuno: el crudo viene escalando con fuerza y, pese a la retracción relativa del final de la semana pasada, analistas del exterior no descartan que pase de la franja actual de 70/80 dólares a unos 100 si las tensiones geopolíticas actuales no ceden. En paralelo, el incremento de las tasas de interés en Estados Unidos llevó a numerosos inversores a retirarse de los mercados emergentes, disparando la cotización de la divisa estadounidense en varios países.
Parente puso en marcha la nueva política a mediados del año pasado, en un intento de recuperar la imagen y las cuentas de Petrobras, una empresa de capital mixto pero controlada por el Estado, después del escándalo destapado por la operación Lava Jato. Desde entonces, los combustibles subieron más del 50% en los surtidores, un ajuste de alto impacto en un país con una tasa de inflación anual menor al 3%.
Al hombre, además, se le fue la mano. Los ajustes fueron diarios, al punto que en mayo se llegaron a registrar once incrementos del precio de la nafta a la salida de las refinerías en 17 días y, en el sensible caso del gasoil, siete aumentos en siete jornadas.
Temer decidió el domingo bajar dos impuestos que, combinados, gravan la nafta en un 45% y el gasoil, en un 29%. En este último caso, la reducción de precios, por 60 días, llega a 46 centavos sobre un valor por litro de unos 3,80 reales. La medida, que será compensada con un ajuste presupuestario aún no definido, con todo, no alcanza para ponerle fin a la protesta.
Una cuestión espinosa es qué ocurrirá cuando, pasada la tregua, vuelvan los ajustes, según se dijo, con una periodicidad mensual.
Otra, el sobredimensionamiento del transporte de mercadería por camiones en un país con una red ferroviaria extremadamente reducida. En efecto, dos tercios del transporte comercial se realiza por camión y se estima que la flota está sobredimensionada en al menos 200.000 vehículos, un 10% del total.
Para colmo, el rebote esperado de la economía es mucho menor que el esperado, algo que sufre el movimiento comercial.
De la flota de unos 2 millones de camiones, unos 650.000 son manejados por sus propios dueños, lo que complica el encauzamiento de un conflicto a esta altura anárquico. Las entidades firman acuerdos con el Gobierno que las bases desconocen en las rutas, en abierto desafío a la militarización impuesta por Temer la semana pasada.
Así las cosas, mientras bienes básicos escasean y sus precios se disparan, el presidente brasileño se siente preso, . Mientras busca superar un conflicto ya sin cartas por jugar, el mercado financiero le respondía este lunes con furia. Poco después de la apertura de la Bolsa de San Pablo, el dólar subía por encima de 3,70 reales y las acciones de Petrobras se hundían más del 8%.
La principal empresa de Brasil, ya afectada por el petrolão, perdió desde el inicio de la crisis un tercio de su valor en bolsa.