Fundada en 1944 por Alfredo Piano, Casa Piano se convirtió en 1990 en Casa Piano Cía. Financiera S.A, lo que le permitió ampliar su oferta de servicios. Su transformación, que no impidió que siguiera manteniendo el liderazgo del sector cambiario minorista, culminó en 1992, cuando obtuvo la autorización del Banco Central para actuar como banco comercial. A lo largo de ese derrotero, Piano fue, punta a punta, testigo del desarrollo de la obsesión nacional por el billete verde.
“Un par de meses antes de la Guerra de las Malvinas ya estaba en el mostrador”, dice Ribeiro Mendonça, que recibió a Letra P en su oficina de la calle San Martín. ¿Cuál es el motivo de la obsesión criolla por el billete verde? ¿Qué gatilla una corrida? ¿Quién mueve al mercado? ¿Da para pensar en conspiraciones? ¿Cómo llegan al país los billetes necesarios para satisfacer ese apetito? En esa oficina, ubicada en la mayor “cocina” del mercado cambiario minorista de la City, respondió esas preguntas.
BIO. De 54 años y ascendencia portuguesa, es contador público y licenciado en Administración de Empresas (UMSA). Tiene un posgrado en Especialización en Mercado de Capitales (UBA) y un máster en Dirección Bancaria (CEMA). Entró a trabajar a la ex Casa Piano en 1982. Hoy es gerente financiero de Banco Piano, director de Piano Bursátil Sociedad de Bolsa (desde hace 25 años, miembro del Consejo de Vigilancia del Mercado Abierto Electrónico (MAE) y miembro suplente de B&MA. Su pasión es el golf, que juega los “sábados, domingos, feriados y todos los días que puedo”. Hincha de Boca.
-¿Esa tendencia nacional a pensar en dólares es un destino ineludible para el país?
-Hasta hace 20 o 30 años, esa dolarización de las inversiones tal vez estaba más repartida en el mundo. Pero la mayoría de los países inició en las décadas del 80 y del 90 procesos de reformas estructurales que los llevaron a convivir con niveles de inflación muy bajos, del 3, 4 o 5%. Eso hace que hayan recompuesto sus monedas domésticas y, en esa medida, que la gente haya empezado naturalmente a pensar en ellas y a sacar al dólar de sus esquemas de razonamiento. Nuestro problema es que en los últimos 70 u 80 años, salvo el período de la convertibilidad, de 1992 a 2001, solo tuvimos cuatro años de una inflación inferior al 10%. Entonces, cuando uno está acostumbrado a vivir con una inflación del 20 o del 30%, sin hablar de las hiperinflaciones de 1989 y de 1990, no tiene una moneda que cumpla con las que se supone que son sus funciones básicas.
-El peso es entonces una moneda solo transaccional.
-Claro, pero incluso lo es solo para determinadas transacciones, para las de la vida diaria. No para las relevantes, por ejemplo, como comprar un inmueble o un auto. Eso por no hablar de la función básica de reserva de valor que tiene que tener una moneda. Un ejemplo de esto es que si uno toma el total de los depósitos en pesos de la Argentina, ve que el 50% está a la vista, o sea en cuenta corriente y caja de ahorro, y el otro 50%, en plazos fijos a menos de 45 o 60 días. Eso significa que nadie razona en pesos a largo plazo.
-Eso pasa incluso cuando el dólar no siempre es una buena inversión.
-Exactamente. Si uno toma plazos largos, de cinco o diez años, ha habido inversiones muy superiores al dólar, como los inmuebles, los inmuebles con renta, las acciones… Lo que ocurre es que la inversión en dólares tiene la particularidad de que tal vez durante tres meses, seis o nueve no pasa nada y, de repente, en noventa días, como acaba de ocurrir, se produce una devaluación del 15 o el 20% y se acomoda. La ventaja que tiene es que no le exige al inversor un nivel de sofisticación o de conocimiento como podría ser tener acciones o títulos.
Durante tres meses, seis o nueve el dólar no se mueve y, de repente, en noventa días, como acaba de ocurrir, se produce una devaluación del 15 o el 20% y se acomoda. Una ventaja que tiene es que no le exige sofisticación al inversor.
-Cuando se produce una corrida como la reciente, ¿quién mueve el mercado?
-Los movimientos importantes se dan claramente en el mercado mayorista, que involucra a lo institucional, a lo corporativo, a fondos, a inversores del exterior… El minorista tiene su influencia, pero no es el que modifica el curso del mercado. Cifras no podría dar, porque nosotros de hecho estamos muy enfocados en el segmento minorista.
-¿Cómo llegan los dólares físicos a la gente, a los compradores minoristas?
-Hay, por supuesto, compras y ventas y, ante el desbalance que se produce, compramos en el mercado mayorista. Lo que en realidad se negocia, ya sea entre entidades o con el Banco Central, es lo que se llama “dólar transferencia”, que no involucra billetes sino saldos electrónicos. Nosotros, particularmente, tenemos mucho movimiento de importación (de billetes físicos) de Estados Unidos. Eso pasa a través del régimen informativo por el Banco Central, pero la importación vía aérea se realiza directamente con un banco corresponsal de afuera. Y pagamos con los dólares transferencia que le mencioné.
-¿Qué es el “mercado”? ¿Valen las teorías conspirativas?
-A veces uno mira en los medios o escucha a algunos políticos que hablan de “los mercados” como si funcionaran de una manera sincronizada y maléfica. Consideraciones del tipo “quiero averiguar quién compró el último millón” o “por qué pasó tal cosa” no ayudan. Nadie tiene vocación de irse de un mercado si las condiciones que se ofrecen son estables. Hay que entender que si los capitales ingresan, en algún momento, cuando hayan tomado una rentabilidad razonable, van a salir. Ni hay que estallar de felicidad cuando entran ni hay que rasgarse las vestiduras cuando se retiran. En tal caso hay que analizar por qué se van y si hicimos las cosas bien o si perciben que no es así. Nuestro destino lo fijamos nosotros.
-Cuando el llamado “chiquitaje”, el pequeño ahorrista, se suma a una corrida cambiaria, ¿eso significa que la misma se espiraliza o que está por terminar? ¿Siempre llegan tarde esos inversores?
-Hay un patrón: los que toman la delantera son los mejor informados, los inversores institucionales, los que están más cerca del mercado, los que son más sensibles a la existencia de algún indicador macroeconómico que empieza a debilitarse. Generalmente el minorista reacciona con cierto delay, porque se entera por la televisión o por los diarios de lo que ocurre. Para ese momento, es probable que se vaya terminando la parte más aguda de la crisis.
-¿Qué es lo que activa las corridas cambiarias?
-Primero, si hay o no atraso del tipo de cambio y, lamentablemente, a los gobiernos en la Argentina les gusta vivir con eso, porque le da poder adquisitivo a la población, salarios altos y una sensación de bienestar ficticia durante cierto tiempo que da réditos políticos. Cuando uno ve pragmáticamente que un par de zapatos que siempre costó unos 150 dólares pasa a costar 300 o 400, algo está pasando. Otra cosa: bienvenido sea que todos podamos viajar, que haya facilidades, pagos en cuotas y aerolíneas low cost. Pero si hay un déficit turístico sistemático de 10.000 millones de dólares por año, algo está ocurriendo. O cuando hay un déficit de cuenta corriente marcado. O cuando hay un déficit comercial que no se puede revertir. O cuando se ve que el sector exportador se queja. En esos casos se advierte que algo pasa: hay un bien, que es el dólar, que está barato.
-Eso es lo estructural, pero suele haber algo que gatilla las corridas cambiarias. ¿Por ejemplo, lo psicológico, el “efecto manada” que se produce cuando los actores del mercado observan que otro más grande salió de determinadas posiciones?
-Hay muchas cosas. En el último caso, por ejemplo, cuando uno mira una corrida retrospectivamente, algunos pueden ver que el gatillo fue la conferencia del prensa del 28 de diciembre (de Marcos Peña, Federico Sturzenegger, Nicolás Dujovne y Luis Caputo), que sentó las bases de un cambio que debilitó al Gobierno o alguien pudo haber percibido que la tasa en Estados Unidos saltó al 3%… No es tan sencillo identificar un hecho concreto; lo que se da es un cúmulo de cosas que simplemente ocurren.
"La última devaluación tuvo un disparador internacional que se exacerbó por ciertas condiciones internas. Primero, porque era probablemente donde el dólar estaba más atrasado. Y segundo, porque claramente hay una dependencia más alta del financiamiento externo."
-En el último caso, ¿lo sorprendió el momento en que ocurrió?
-Esta tiene la particularidad de que, un mes antes, a nadie se le habría ocurrido. Pero la realidad es que la estamos limitando, tal vez, a un hecho estrictamente local y yo creo que lo ocurrido no es para nada local sino un hecho que tiene un disparador internacional que se exacerbó por ciertas condiciones internas. No es lo mismo que la tasa del bono del (Departamento del) Tesoro a diez años esté en 2,50% que a 3,10%, eso está claro. No es lo mismo que haya o no una política fiscal como la de (Donald) Trump, en la cual se le bajan los impuestos a todo el mundo, aumenta el déficit, se lo financia con bonos del Tesoro… Y si aumenta la oferta de títulos, baja el precio, sube el rendimiento y Estados Unidos se convierte en una aspiradora de fondos que están en países emergentes, lo que hace que nos falten dólares a todos y se produzca una devaluación de monedas en todos los países. Estuve en Brasil: en marzo el dólar valía 3,20 reales y hoy vale 3,70: el real se reacomodó un 15% entre marzo, abril y mayo, lo que no es menor. En Uruguay pasó otro tanto. En Chile, menos, porque tiene una economía mucho más consolidada… En la Argentina es donde más se percibió esto, por dos razones. Primero, porque era probablemente donde el dólar estaba más atrasado. Y segundo, porque claramente hay una dependencia más alta del financiamiento externo.
-Pero ocurre que el impacto de estos episodios en términos de aumento de los precios es mucho mayor en la economía argentina.
-Sí. Eso es lo que los economistas llaman pass through, es decir el paso de la devaluación a los precios. Sin ir más lejos, en Brasil, donde el real se devaluó en abril un 7%, la inflación del mes fue 0,28%; estuvo por debajo del 0,3% previsto en el Presupuesto. Esto demuestra que en Brasil no hay un pasaje tan inmediato de la devaluación a los precios, por más que haya valores que son internacionales, como los combustibles y como las materias primas que exporta, en muchos casos alimentos, que se venden al exterior o en el mercado interno, por lo que el precio internacional los influye. Mientras, la realidad es que en la Argentina, si se produce una devaluación del 10%, tres meses después los precios ya subieron el 12%. Ergo, la devaluación en términos de mejora de la competitividad queda abortada. Si se tratara de devaluar, por nuestra historia deberíamos tener el tipo de cambio más competitivo del mundo, pero no lo tenemos.
Si se tratara de devaluar, por nuestra historia deberíamos tener el tipo de cambio más competitivo del mundo, pero no lo tenemos.
-¿La última corrida terminó o todavía hay que estar atento?
-Creo que está dando un tiempo que hay que aprovechar muy bien para ir a fondo y evitar que se repita. No es lo mismo un dólar a $18 o 19 que a 25, por lo que la vocación de comprar dólares cambia, pero me parece lo que sí se logró es haber puesto un dique de contención para tener tiempo de negociar un acuerdo con el Fondo (Monetario Internacional). La Argentina sigue discutiendo temas que en el mundo ya no se discuten. Quedan tres o cuatro países en el mundo con inflación alta, en el resto ya fue desterrada, pero nosotros seguimos teniendo un problema que no logramos cerrar: no entendemos que no se puede seguir gastando por encima de los recursos. Eso se puede financiar por un tiempo con emisión monetaria, lo que puede llevar a la inflación o a una híper, o con deuda, lo que puede llevar a una crisis de deuda, pero no entramos en razón del modo en que sí lo hacemos en nuestras economías familiares. Hay un punto en que todos sabemos que, después de cierto tiempo, no podemos seguir gastando 120 cuando ganamos 100. Esto nos dejó de cerrar como país hace 80 años.
-¿Y el futuro? ¿Cómo sigue? ¿Nos va a costar mucho volver a pensar en pesos y que, entonces Piano pase a ser un referente del sector bancario sin que los periodistas vengamos a hacer notas frente a la pizarra del dólar que está en el edificio del al lado?
-Si tomamos la experiencia de Israel, a ellos les llevó 20 años bajar la inflación del 450% al 3%. Lo hicieron con mucho sacrificio, con un acuerdo político que fijó la independencia del Banco Central, limitó el déficit, hubo acuerdos de precios y salarios, etcétera. Llegar a pensar en pesos va a depender de que se sostenga una inflación menor al 5% durante muchos años y de que nuestra moneda sea realmente sólida y que cumpla con las funciones básicas, especialmente la de ser reserva de valor. Ese es el camino. No hay ningún destino si se quiere hacer algo distinto. La pólvora ya está inventada y todos los países de la región ya están en esa sintonía. La inflación es producto del déficit (fiscal). El día que entendamos que no podemos vivir con más de lo que generamos, menos algo que ahorremos, vamos a empezar a converger hacia un país monetaria y económicamente civilizado. En ese caso, seguramente, en diez o quince años Piano será un banco en el que la actividad cambiaria y el dólar hayan quedado en el recuerdo.