AHORA SHOCK

Ajuste y agite, la ley en la era de hielo

El Gobierno precalienta antes de firmar con el FMI: el ajuste se cebará con los salarios en el Estado. Subte y docentes, casos testigo. Conflicto social y una interna latente.

Las postales de las últimas horas, comprendidas entre el martes y este miércoles, son yacimientos ricos para alimentar la tendencia humana a otear el futuro. Por un lado, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, se reunió con los ministros que deberá coordinar para ordenarles que detecten en las próximas dos semanas las áreas en las que van a introducir recortes. Mientras, en los túneles del subterráneo de Buenos Aires los trabajadores buscaban imponer una medida de fuerza por motivos salariales contra la decisión del Gobierno porteño y la fuerza de la Policía. Por último, docentes de todo el país confluyeron en la Plaza de Mayo con su reclamo de paritaria nacional. Son postales del futuro.

 

Es tentador para las autoridades y para el sector del periodismo y de la opinión pública que les responde enmarcar esos tres hechos en términos de necesidad (el primero) y de falta de respeto a la ley (el segundo y el tercero). El derecho a reclamar está plenamente vigente, afirman, pero éste tiene como límites el de los argentinos que necesitan circular y las definiciones de Gobierno y de la Justicia que ya saldaron temas que se pretende reabrir.

 

Las obviedades siempre son verdades irrefutables. Pero también son argumentos incompletos: la protesta será tan civilizada como las decisiones oficiales. El problema se plantea entonces cuando estas últimas pretenden encontrar la cuadratura del círculo del ajuste hardcore y la paz social.

 

A los trabajadores del subte se les impone una pinza: su organización realmente representativa, los Metrodelegados, no tiene personería para participar de paritarias y hay que deben acatar lo firmado por la UTA: un aumento del 5,7% hasta julio, otro 5,7% desde agosto y el tramo final, un 3,8% en enero de 2019. Es curioso cómo el centro-derecha gobernante se vale de un modelo sindical pensado por el peronismo fundacional. La representación del sindicato único por rama sirve tanto para redistribuir en un sentido progresivo como en uno regresivo, siempre que sus dirigentes sean sensibles a las bajadas de línea gubernamentales. Como la poesía, el peronismo es polisémico.

 

Por otro lado, a los docentes se los privó por decreto de la paritaria nacional, una referencia que servía en la era K, cuando la Nación aseguraba con fondos propios un piso para todo el país. Hoy el Estado está en retirada de ese tipo de gasto y la bandera del federalismo consiste en que, por caso, Santa Cruz no ofrezca ningún incremento, San Luis uno del 21% y la provincia de Buenos Aires depende de la lapicera de María Eugenia Vidal, que hasta ahora anotó: 5% en abril, 3% en mayo y 2% en junio. La duda es si la tinta le va a seguir alcanzando o la compra de bolígrafos también va a caer en la cuenta del ajuste.

 

Retomando: ¿es “civilizada” una pauta de aumentos salariales del orden del 15%, sin compromisos firmes de adecuación a la inflación realmente existente? Éste es el corazón de lo que se debate en estos días calientes, los primeros de muchos por venir. La porfía oficial en pisar los salarios de los trabajadores del Estado frente a ingresos tributarios que escalarán en línea con una inflación que podría trepar a un 30% en todo el año es el eje central de su estrategia de ajuste, al punto de que el objetivo de máxima del ahorro fiscal equivale nada menos que a 0,5% del PBI. Christine Lagarde y los otros líderes internacionales que celebran el rumbo de la Argentina cuentan con eso.

 

 

 

Una digresión: puede objetarse que los empleados del subte sean estatales. Al fin y al cabo, cobran de una empresa privada, Metrovías. Sin embargo, el servicio está subsidiado, por lo que cualquier movimiento de los salarios impacta en las cuentas públicas. Así, lo son a todos los efectos prácticos. Esa arquitectura barroca de servicios públicos subsidiados por el Estado pero gerenciados por privados, cuya tasa de ganancia obviamente abulta la cuenta final, es uno de los inventos más inexplicables y menos discutidos del kirchnerismo. ¿Será eso parte de “las cosas que sí se hicieron bien” que Mauricio Macri prometió no cambiar en los lejanos días de 2015?

 

 

 

“La inflación este año va a estar en el rango del 25 al 30% sin dudas y va a subir más a partir de mayo. En ese contexto, se supone que las paritarias deberían reabrirse, pero ahí se va a ver lo duro que se va a poner el Gobierno. Ahora, si no lo hacen, el conflicto social va a escalar bastante”, le dijo a Letra P el economista Christian Buteler.

 

Siendo conservadores, entonces, 25% menos 15% da 10. ¿O no?

 

El economista Germán Fermo le dijo a este portal que “la torpeza de los últimos meses comenzará a pagarla el Gobierno con una lista eterna de renovados reclamos en paritarias. No creo que ni un solo sindicato acepte una licuación salarial del 10% real. Los impactos de la devaluación todavía no se vieron y serán enormes”.

 

Desde una óptica ideológica diferente, el economista de la Universidad Nacional de Avellaneda Mariano Kestelboim trabaja con una pauta inflacionaria menor al 30%. “Por eso estimo que las paritarias cerradas al 15% perderán aproximadamente un 11% de capacidad adquisitiva”, dijo.

 

“La única alternativa que tienen los trabajadores es protestar para minimizar la pérdida, pero el Gobierno parece muy decidido a tratar de bajar el déficit con reducciones de ingresos de los trabajadores”, cerró.

 

Fausto Spotorno, director del Estudio Orlando Ferreres, discrepó en lo que hace a la intensidad de lo que todos los especialistas esperan. “Es posible que haya una pérdida del salario real este año, pero en promedio va a ser mucho más chica que ese” 10%, señaló.

 

Buteler opinó en la misma línea: “Un 10% de pérdida en los salarios reales sería una barbaridad y un golpe muy fuerte. Sí creo que es probable que se produzca una caída del 5% frente a la inflación”.

 

La era de hielo, entonces, estará cruzada por el conflicto. “La situación macroeconómica va a impulsar a un mayor ajuste fiscal y va a presionar para que el Gobierno evite incrementar significativamente los salarios públicos”, explicó, por su parte, Gabriel Zelpo, director de Elypsis, en diálogo con este medio.

 

Si el país fuera parte de una obra de teatro, lo descripto será solamente el primer acto de la tragedia. El segundo está signado por la pregunta de qué caída del consumo y qué nivel de recesión resultante está dispuesto a tolerar el Gobierno.

 

De hecho, el Estimador Mensual de la Actividad Económica difundido el martes registró en marzo un crecimiento interanual del 1,4%. El macrismo lo celebró, por ser el décimo tercer mes seguido de expansión, pero sería prudente que dejara de vanagloriarse de algo que pronto no le convendrá mencionar. Un mes antes, en febrero, el EMAE había arrojado un crecimiento del 5%, lo que indica que la economía venía en caída abrupta incluso antes de la reciente corrida cambiaria. La recesión puede estar a la vuelta de la esquina del segundo trimestre.

 

Según Buteler, “más allá de que se ha descontrolado la inflación, la realidad es que, por el otro lado, hay una caída del consumo y las ventas de las empresas, que por lo tanto van a ser reticentes a dar mucho más en términos de aumento de salarios. Y algo similar le pasa al Gobierno, porque podemos llegar a tener meses en los que la recaudación crezca menos que la inflación, a lo que hay que sumar el ajuste que todos esperamos”.

 

 

 

Esto lleva al tercer acto, inimaginable por ahora, que se revelará hacia octubre del año próximo. ¿Llegará el Gobierno, como lo hizo antes de las legislativas del año pasado, celebradas justo cuando la economía comenzó a rebotar tras la caída de 2016, a salvar la ropa? Allí se piensa que sí y se comparan ambos momentos. Éste, sin embargo, trae un par de datos novedosos: la presencia del FMI y la obligación de cambiar gradualismo por shock.

 

Así como los defensores de la segunda receta dentro del sistema solar de los economistas del macrismo rumiaron sus frustraciones hasta hace muy poco, eclipsados por Marcos Peña, Mario Quintana y el enigmático Vladimir Werning, son éstos ahora, o lo que queda de ellos (básicamente el jefe de Gabinete), los que aguardan.

 

Habrá que ver, al final del camino, si vuelven con éxito por lo que creen que les pertenece o si descubren que hay más de un camino al fracaso.

 

las causas que hacen dudar a caputo para asumir en economia
Luis Toto Caputo

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