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Apertura, obra pública y desempleo, claves del modelo español que admira Macri

El Presidente dijo que pretende aplicarlo en la Argentina. ¿Devolución de gentilezas o rumbo que comienza a esbozarse?

"El ejemplo de España es muy bueno para nosotros y estamos siguiendo el mismo rumbo", dijo Mauricio Macri este martes en la apertura del Encuentro Empresarial Argentina-España que se celebró en el Hotel Alvear Icon, de Puerto Madero. Su definición, lanzada después del discurso del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, resultó intrigante, dadas las diferencias entre el rumbo elegido por las administraciones de ambos países: el argentino, para modificar el estado de cosas dejado por el kirchnerismo; el español, para superar la depresión económica que se desató en su país a partir de la crisis de 2008.

 

En efecto, lo que aquí es gradualismo fiscal, allá fue ajuste en modo shock. Lo que aquí ha sido, con sus más y sus menos, un sostenimiento de los subsidios sociales, allá fue recorte decidido.

 

Diferente es lo que ocurre con las respectivas políticas salariales, en cuyo análisis conviene ir más allá de lo aparente. La peculiar danza criolla de sueldos que le ganan a la inflación en los años electorales y que pierden con ella en los que no lo son, en una España deflacionaria ha sido un congelamiento nominal y permanente. ¿Será que el promedio nacional, en medio de esos saltos, también terminará por dar un congelamiento real medido en la secuencia mayor del actual mandato?

 

Marcelo Elizondo, especialista en comercio e inversiones internacionales, titular de la consultora DNI, estuvo presente en el acto y apuntó a lo estructural. En diálogo con Letra P, dijo que “la referencia parece haber sido al modelo español de inserción internacional, que la Argentina pretende seguir”.

 

“España se insertó en la Unión Europea y después se transformó en un actor global, con fuertes inversiones en el exterior, especialmente en nuestra región. Además, tiene una economía muy abierta, tanto en términos de exportaciones como de importaciones”, completó.

 

En efecto, si se compara la absorción de productos extranjeros por parte de ambos países, la diferencia resulta abismal: 30% del PBI en el caso español contra poco más del 10% en el argentino. Macri acaba de dar un indicio de su visión sobre el futuro nacional.

 

 

“Creo que también apuntó a que España cuenta con grandes empresas exportadoras de alimentos, como las productoras de aceite de oliva y vinos, cosa que podemos replicar. También a que el turismo allí es descollante, sector en el que se pretende hacer algo análogo. Y que el salto español se dio en su momento en base a grandes obras de infraestructura, cosa que el Gobierno también quiere hacer”, detalló el especialista.

 

Pero cada uno hace las cosas del modo en que puede. La construcción de una infraestructura de primer nivel mundial fue posible para España gracias a su pertenencia europea, que le valió el ingreso de cuantiosos fondos de sus socios en concepto de aportes de convergencia. La épica nacional pasa hoy por la aplicación de los programas de Participación Público-Privada (PPP), que implicarán mayor endeudamiento y, en el largo plazo, más salida de capitales.

 

Entendido de ese modo, el modelo español presenta luces y sombras.

 

 

 

Las primeras se basan en el salto al desarrollo que dio ese país a partir de los años 80, cuando ya se había sacudido la dictadura franquista y comenzó la inserción en el mercado europeo.

 

Hasta la última crisis, la economía española figuraba entre las primeras diez del mundo. La misma, claro, supuso para el país un enorme retroceso, aunque hoy sigue ubicada en el top 15. Y el crecimiento del Producto esperado para este año y para el próximo se ubicará entre el 2,5 y el 3%. La recesión quedó definitivamente atrás.

 

Así, en términos de PBI per capita, España volvió el año pasado a 25.000 euros, el nivel que tenía en 2008. Eso da idea de la profundidad de una crisis que le provocó atravesar, literalmente, una “década perdida”.

 

La explosión de la burbuja inmobiliaria tomó, inexplicablemente, por sorpresa al entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.

 

El socialista “cometió un grave error cuando dijo, inicialmente, que España no iba a ser tocada por la crisis y no le prestó atención a la estrategia multilateral lanzada por el G-20. Eso hizo que el agua subiera mucho más”, le explicó a Letra P el economista Luis Palma Cané. “Ese error inicial hizo que la recesión resultara muy fuerte y que disparara un desempleo enorme. A nivel político, selló la suerte del socialismo y facilitó el acceso al poder de Rajoy”, recordó.

 

Como no podía devaluar, por no tener moneda propia sino el euro, la receta del presidente popular pasó por un ajuste fuerte, con congelamiento de salarios. “Esa fue la forma de ‘devaluar’, abaratando costos. Claro que el salto del desempleo también contribuyó a eso”, explicó Palma Cané.

 

A la larga, la economía salió de la recesión y hoy ya crea pestos de trabajo, pero el economista cita el reiterado incumplimiento de las metas de déficit fiscal que fue fijando Bruselas a cambio del apoyo financiero como uno de los puntos de la gestión de Rajoy que quedan en el debe. En efecto, incluso este año el déficit primario (antes del pago de deudas) será del 2,4% del Producto.

 

El del desempleo es un tema sensible y, acaso, la principal sombra del modelo español ponderado por el presidente argentino. En lo peor de la crisis llegó al 23%, con una incidencia de casi el 50% entre los jóvenes. En la etapa se destruyeron casi 4 millones de puestos de trabajo, un tercio de ellos en el sector que originó y que más sufrió la crisis: la construcción.

 

Hoy, recuperación mediante, la desocupación bajó al 16,1% en febrero, pero, pese al avance, España sigue ubicada en el penúltimo escalón europeo, apenas más aliviada que Grecia, con un 20,8% a fines de 2017.

 

Sin embargo, hablar de “paro” en España no es hablar de la última crisis. El fenómeno es crónico y remonta su escapada inicial, desde un insignificante 5%, a la dolorosa reconversión industrial de fines de los 70 y comienzos de los 80.

 

Así, para algunos analistas la clave está en la estructura económica de un país en el que el 75% del PBI está explicado por el sector servicios (con primacía de la banca y el turismo) y que sufre un supuesto subdesarrollo industrial. Este último sector da cuenta de menos del 18% del PBI, con el automotor representando prácticamente la mitad del total, seguido de la producción de cemento y de combustibles. No hay mucho más.

 

Quienes piensan así señalan al turismo, no porque no sea útil (representa, de hecho, el 16% del Producto y es hoy el principal motor de la generación de puestos de trabajo) sino porque contribuye al sobredimensionamiento de servicios que generan trabajo de baja calidad.

 

La crítica parece, con todo, injusta: la clave del desempleo crónico habría que buscarla en otros factores. “En verdad, en el mundo el sector servicios genera el 65% del empleo y la industria, solamente el 15 o el 20%”, señaló Elizondo.

 

Así otras posibles respuestas pasan por la existencia de una fuerza laboral poco adaptada a las nuevas tendencias productivas, a las dificultades para reinsertar a trabajadores que son desocupados de larga duración y a la debilidad relativa (en el contexto europeo) del consumo en una economía tan volcada al exterior.

 

Apertura comercial extrema e infraestructura son, así, las claves del modelo que Macri dice querer replicar en la Argentina. ¿Serán el estancamiento de los salarios y el elevado desempleo otros de sus rasgos?

 

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