En los planes políticos de este año, el presidente Mauricio Macri esperaba que el Congreso tuviera un funcionamiento mucho más acotado, y menos altisonante, que el pulso que tuvo en 2016, su primer año de gestión, con minoría oficialista en ambas cámaras y con el objetivo fundacional de mantener dividido al peronismo dentro y fuera del Parlamento. El 2017 le devolvió, desde enero, otra realidad, porque la serie de tropezones acumulados por el Ejecutivo puso a los recintos en el centro de una escena que evolucionó, hasta ahora, por fuera de los pronósticos que el Gabinete había delineado en el "retiro" de ministros que encabezó el Presidente en la residencia de descanso en Chapadmalal.
El saldo político de febrero fue peor que las señales amargas que arrojó la temporada turística de enero, especialmente porque la fiscal Gabriela Boquín denunció que la administración del Presidente estaba a un paso de autorizar una quita "abusiva" cercana al 90% de la deuda que mantenía su padre Franco con el Estado, por los cánones impagos de la fallida privatización del Correo que impulsó Carlos Menem en 1997 y anuló Néstor Kirchner en 2003. Tan grave ha sido el desgaste que le provocó ese escándalo judicial al Gobierno de Cambiemos, que el propio Presidente confirmó su importancia cuando evitó mencionarlo durante todo el discurso que ofreció este miércoles ante la Asamblea Legislativa. En la alocución del mandatario para inaugurar el 135° período de sesiones ordinarias del Congreso, el tema del Correo fue tan elíptico como la promesa que hizo, como si fuera un candidato: "Como dije hace unas semanas en la conferencia de prensa, pedí a la Oficina Anticorrupción que cree un mecanismo para separar mi actuación ante cualquier suspicacia frente a un potencial conflicto de intereses. Quiero que todo sea transparente y abierto, que nadie dude de las decisiones que toma este presidente, y mi deber ético es defender el interés público y el patrimonio del Estado. En los próximos días, publicaremos dos decretos sobre juicios y contrataciones para la gestión de conflictos de intereses", prometió el mandatario, casi enfundado en el traje del candidato eterno.
En los trazos gruesos de su discurso, Macri aplicó la máxima electoral que compartió con los miembros del interbloque de Cambiemos durante la noche del martes en la residencia de Olivos, para calmar los ánimos de sus escuderos legislativos, que rezuman bronca desde el año pasado. "En octubre habrá una sorpresa", les pronosticó el jefe del Estado, quizás para ir ejercitando el training discursivo que puso a prueba en el Congreso y que posiblemente se extienda, con nuevos matices, hasta los comicios de medio término de octubre, donde el producto electoral de Cambiemos deberá revalidar los títulos de medio término para que la segunda parte del mandato de Macri no se transforme en un camino de espinas.
El discurso presidencial pareció una señal de largada para transitar los ocho meses que separan al inicio de las sesiones ordinarias del Congreso con las elecciones legislativas, donde el máximo candidato será Macri. Sin encabezar ninguna lista, su gestión presidencial y la bonaerense de María Eugenia Vidal junto a la porteña de Horacio Rodríguez Larreta, serán los tres principales productos de comunicación para el marketing político del oficialismo.
A diferencia del discurso del año anterior, el Presidente redujo la cuota dedicada a justificar sus errores por la herencia recibida, aunque confirmó con sus palabras que seguirá eligiendo a su antecesora, Cristina Fernández de Kirchner, como su antagonista preferida, quizás para mantener la alquimia inicial de sobrevivir con el peronismo dividido. El bisturí para mantener actualizada esa disección será la Justicia y las causas de corrupción que el Ejecutivo alienta en una insostenible sobreactuación de la separación de poderes. "La corrupción es un mal que envicia lo político. Detrás de la corrupción hay millones de argentinos sin cloacas, rutas destrozadas y tragedias que se pudieron haber evitado, como la de Once", disparó Macri en medio de los gritos que salieron desde las bancadas opositoras y que le obligaron al protagonista de la ceremonia a tomar un tono más decidido para polemizar, sin decirlo, con sus antagonistas preferidos.
"Hoy, la obra pública dejó de ser un sinónimo de corrupción. Gracias a los ahorros, a partir de licitaciones transparentes y contratación de proveedores como corresponde se ahorraron en transporte 32.000 millones de pesos", autocelebró el jefe del Estado en una aseveración dudosa que no se atreve a confirmar ninguna de las cámaras de la construcción que conocen a Macri desde su más incómoda intimidad.
Flanqueado por la vicepresidenta Gabriela Michetti y por el titular de Diputados, Emilio Monzó, que no pudo ocultar su rostro adusto ante la furia que bramaban sus colegas opositores, el Presidente repasó la agenda autocelebratoria del discurso y echó mano a las sensaciones que le recomienda, desde hace años, el consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba. El gurú comunicacional que no cobra dinero del Estado pero factura un curioso canon mensual en dólares pontificó, para esta campaña, que la gente prefiere sensaciones a palabras. Un anillo al dedo para Macri, que detesta los largos discursos y los parlamentos que superan los cinco minutos.
Esta vez, tuvo que hacer una excepción: habló por 61 minutos y cuando ya había ejercitado un estilo casi frontal, se entregó al mar de los sentimientos. "Me emociona, realmente me emociona mucho cada vez que veo que somos millones los argentinos que creemos en lo que estamos haciendo, que creemos que el cambio es posible. He hablado con muchos, me transmitieron sus preocupaciones, sus sueños, sus aspiraciones. Algunos me pidieron ayuda y otros me criticaron. Es lógico, es legítimo: soy el presidente de todos los argentinos y así es la democracia. Pero las palabras que más me quedaron son tal vez muy simples, que me dijeron una y otra vez: no aflojes, no aflojes, Mauricio. Y yo les digo hoy: no aflojemos", arengó casi enrojecido el mandatario.
La campaña oficial de Cambiemos había arrancado en ese preciso momento, aunque la extraoficial transitó a los tumbos durante enero y febrero, entre los escándalos del Correo y el anuncio de la actualización jubilatoria a la baja, sólo dos ingredientes de una tormenta casi perfecta que incluyó la defensa cerrada de su amigo Gustavo Arribas como titular de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). El funcionario habría recibido cinco transferencias de parte del cambista Marcelo Meirelles, detenido por las coimas pagadas por la multinacional brasileña Oderbrecht.
Cuando estalló el escándalo, Macri defendió a su amigo y confió en la versión de que había recibido una de las cinco transferencias por la venta de un inmueble. Poco después, el funcionario sospechado desmintió al Presidente ante el Congreso, cuando dijo que había sido un ingreso por la venta de sillas y cuadros. El caso de las coimas de la empresa carioca tiene una agenda de revelaciones pactada para este año y la ruta del dinero podría involucrar a familiares del mandatario, como el titular de IECSA, el primo Angelo Calcaterra.
Con más de 50 imputaciones penales contra funcionarios de su gobierno por presuntos conflictos de intereses y un nueva investigación abierta que lo involucra a él por las rutas aéreas concedidas a líneas de bajo costo, Macri volvió a pararse delante del Congreso y volvió a echar mano a un discurso de campaña que, tan lejos de las elecciones, suena a otra fuga hacia adelante.