Más allá de lo que termine ocurriendo allí adentro, el presidente Mauricio Macri conseguirá este jueves una foto que le sirve: con los máximos líderes del sindicalismo, un grupo de poder que es siempre una amenaza para los gobiernos no peronistas.
En la previa de las que se anticipan como las paritarias más calientes de la última década, marcadas por un frenético proceso de “sinceramiento” de la economía que impacta en los bolsillos de los asalariados, el jefe del Estado recibirá a los secretarios generales de las tres ramas de la Confederación General del Trabajo (CGT).
El encuentro será a las 16.30 en la Casa Rosada, donde Macri se reunirá con el titular de la CGT Azopardo, Hugo Moyano; el de la CGT Alsina, Antonio Caló, y el de la CGT Azul y Blanca, Luis Barrionuevo.
Los popes sindicales llegan con la guardia alta. Aunque siempre está el jefe de Gabinete, Marcos Peña, para desmentir a los ministros para poner paños fríos cuando los ánimos se calientan más de la cuenta, los principales colaboradores de Macri vienen bajando una línea que irrita la piel de los jefes gremiales.
El ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, viene machacando con la lógica del achique: los trabajadores deben, más que pedir aumentos, cuidar sus empleos. Y su colega de Trabajo, Jorge Triaca, es el techista del Gobierno: recientemente le puso un tope de 25% al ajuste salarial que estaría en línea con el plan antiinflacionario oficial. El mensaje, explicitado alguna por el titular de la cartera laboral, es el siguiente: los trabajadores deben cambiar el chip y ahora “poner el hombro” para “ayudar a la economía”.
En ese contexto, se estima que Macri jugará su carta: les pedirá a los sindicalistas que moderen la pauta salarial que quieren llevar a las paritarias (que las bajen del 30%) y a cambio ofrecería reformas en el impuesto a las Ganancias y aportes tentadores para las obras sociales, que, como se sabe, son las cajas fuertes de las organizaciones gremiales.