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Efecto Brochero: el clero habla de "otro momento" luego de la audiencia Bergoglio - Macri

Tras la canonización, dentro del episcopado celebran el peso de la Iglesia en el lanzamiento de la mesa de diálogo del Gobierno. Una distensión que costó 10 meses de negociaciones y concesiones.

Los obispos que viajaron a Roma para participar de la canonización del cura Brochero ya comenzaron a aterrizar en Buenos Aires. Regresan de una minigira que compartieron por el Vaticano y que concluyó con una breve cita con la comisión ejecutiva de la Conferencia Episcopal con el Papa Jorge Mario Bergoglio. El evento, como parte de la relojería que marcó esos días de júbilo eclesiástico, estuvo cruzado por la segunda audiencia que le concedió el Francisco al presidente Mauricio Macri el sábado pasado. El jefe del Estado fue invitado por el pontífice de origen argentino para la canonización del cura cordobés, luego de una larga negociación que arrancó en enero, durante la primera cita, que duró escasos 22 minutos, con amargas y protocolares muecas de disgusto, frialdad y distancia.

 

Diez meses después, y luego de una desmentida sobre la fecha del encuentro, el Gobierno comenzó a revertir la pendiente declinante que mantenía con el jefe del Vaticano que hasta marzo de 2013 convivió con Macri como vecino de la Plaza de Mayo: el cura era arzobispo porteño y cardenal primado, y el segundo comenzaba su segundo mandato como alcalde de la misma ciudad. El convite vaticano, esta vez, fue privado, duró casi y una hora, y tuvo a un presidente que se mostró manso y receptivo ante un Papa que lo conoce y lo mide desde la íntima incredulidad de la convivencia sobre Diagonal Norte y Bolívar. El deshielo, amasado en Roma por el embajador ante la Santa Sede Rogelio Pfirter (que fue alumno de Bergoglio en su juventud), abrió la compuerta para revelar los tejidos criollos que acompañaron los intercambios en Roma, donde el Gobierno activó a sus ministros para estrechar una relación con el mando de la curia local. Para algunos de los obispos que ya volvieron a sus diócesis desde Roma, la "nueva" relación que iniciaron Francisco y Macri en la última audiencia, "fue continuada por la institucionalización de una instancia de diálogo que la Iglesia considera necesaria ante el agravamiento de la situación social", evaluó un hombre de la Iglesia a Letra P. Desde el miércoles pasado, a pesar de los exiguos resultados concretos y del alto impacto noticioso, el clero local quedó como principal apoyo de la ronda de reuniones que la Casa Rosada lanzó como "Diálogo por la Producción y el Trabajo", con la CGT unificada y los principales representantes empresariales.

 

En el clima de los prelados que estos días cruzaron el puente aéreo Roma - Buenos Aires, el gesto del Papa con Macri "marca una línea de trabajo", pero también una respuesta a la cantidad de cercanos que le sugirieron salir de la polarización entre la oposición y el oficialismo. "No le pidieron que deje de pensar lo que piensa, sino que comunique sus puntos de vista de otro modo, para contener a ese sector que siempre bancó a Bergoglio y que ahora se muestra desilusionada porque se muestra distante de Macri y pegado a la relación que tuvo con Cristina", explicó una fuente eclesiástica a Letra P.

 

La línea bergogliana de diálogo con Macri, y con un Presidente que se muestra dispuesto a hacer infomes de gestión al Papa, tuvo sus matices poco tiempo después: el siguiente argentino que fue recibido por el pontífice fue el cineasta y senador Fernando "Pino" Solanas. Hasta ahora no fue el último mensaje simbólico que administró Francisco hacia su terruño este 17 de octubre: luego de Pino recibió a un grupo de oriundos del partido bonaerense más grande y populoso del conurbano. "Ustedes trabajen por La Matanza, para que todos los chicos puedan ir al colegio, para que a nadie le falte lo necesario para vivir, comer y vestirse. Trabajen por cuidar a los enfermos y a los viejitos, que son la memoria de nuestro pueblo", dijo Bergoglio en el videomensaje que les concedió a los “Amigos de La Matanza” que lo visitaron.

 

La fecha en este 2016 no fue menor para Bergoglio, especialmente cuando se enteró que el Gobierno había difundido que la cita con Macri iba a ser el 17 de octubre, cuando inicialmente no le habían agendado el día porque estaba previsto que sería antes de la canonización del cura cordobés. En la Casa Rosada le echan la culpa a una confusión de la agencia estatal Télam.

 

Luego de la reunión privada del 15, Bergoglio recibió a parte de la Mesa Ejecutiva de la CEA: su presidente José María  Arancedo, su secretario General Carlos Malfa, y el vice primero Mario Poli, que días antes había compartido una bicicleteada con el presidente por las calles del Vaticano, y el vice segundo Mario Cargnello. La cita fue breve, tuvo una foto protocolar, pero fue la antesala del texto que los mismos prelados locales enviaron desde Roma a Buenos Aires para saludar el inicio de la mesa que Macri había convocado por decreto una semana antes, luego de haber iniciado una primera ronda de negociaciones con la CGT  por un bono de fin de año que, luego de la venia eclesiástica, sigue sin tener una aplicación concreta en las negociaciones salariales que tutelaría la mesa que el jefe de Gabinete Marcos Peña celebró como un hecho "histórico".

 

Para llegar a ese momento, el Gobierno transitó meses de consultas e intercambios con el clero, especialmente entre el ministro de Hacienda y Finanzas Alfonso Prat Gay, y el rector de la Universidad Católica Argentina (UCA) Victor Manuel Fernández, un teólogo de estrecha relación con el Papa que defendió las estadísticas de pobreza elaboradas por el obsevatorio de la Deuda Social que tiene bajo su órbita. La respuesta oficial pasó de las preocupaciones iniciales, a la publicación por parte del INDEC de una estadística que confirmó las estimaciones del organismo de la universidad pontificia. La coincidencia fue acompañada por la interlocución de los ministros de Trabajo Jorge Triaca, de Desarrollo Social Carolina Stanley y de Educación Esteban Bullrich con los encargados de las áreas de pastoral social del episcopado, Jorge Lozano, y del arzobispado porteño Carlos Accaputo, que mantiene un ascendente determinante con buena parte del plenario confederal de la CGT unificada.

 

En la perspectiva de algunos sacerdotes que fueron testigos de la canonización de Brochero la inflexión en la relación con el Gobierno ya ha ocurrido, y el primer movimiento combinado entre Roma y Buenos Aires resulta ganancioso para la Iglesia, que jugará como una instancia de contención ante un fin de año, y un verano, que seguirá marcado por las consecuencias de la inflación, la caída del empleo y el incremento de la pobreza.

 

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