La expulsión de Dibrani después de que su familia no lograra obtener el asilo político expuso la capacidad de Hollande de lidiar con la inmigración ilegal, un asunto que afecta a toda Europa por la intención de ingresar que tienen aquellos provenientes del norte de África.
Dibrani, una adolescente gitana de origen kosovar, fue detenida hace dos semanas durante una excursión escolar y más tarde expulsada de Francia junto a su familia, lo que desató críticas por parte de la oposición y hasta en su propio partido.
Hollande tardó varios días en hablar públicamente sobre el asunto y cuando lo hizo generó aún más polémica. El presidente ofreció anteayer a Dibrani la posibilidad de volver a Francia a finalizar sus estudios, pero sólo si lo hacía sin la compañía de sus padres y sus cinco hermanos, también deportados a Kosovo. Su propuesta fue rechazada por Dibrani, que dijo que no regresaría a Francia sin su familia.
La estrategia de Hollande coincide con uno de sus peores momentos en cuanto a aceptación pública. Una encuesta publicada en el Journal Du Dimanche (JDD) mostró que el índice de aprobación de Hollande se hundió a 23%, el nivel más bajo de su presidencia, por debajo incluso de los mínimos establecidos por su predecesor en el cargo Nicolas Sarkozy, de la UMP.
Sin embargo, su ministro del Interior, Manuel Valls, se ha convertido en el miembro del gobierno más popular en Francia. Según un sondeo previo publicado en el mismo medio de comunicación, Valls contaba con un respaldo popular del 61%.
Valls endureció su discurso contra la inmigración ilegal y los campamentos de gitanos mientras el Frente Nacional de ultraderecha aumentaba su popularidad antes de las elecciones municipales y europeas del año que viene.
En tanto, Leonarda y su familia fueron agredidas ayer mientras paseaban por el centro de la ciudad kosovar de Mitrovica, donde residen desde que fueran expulsadas de Francia.