La revista del mundo de la economía y los negocios internacionales explica a sus lectores que “estamos cansados de ser parte involuntaria de lo que parece ser un intento deliberado de engañar a los votantes y estafar a los inversores”.
La revista del mundo de la economía y los negocios internacionales explica a sus lectores que “estamos cansados de ser parte involuntaria de lo que parece ser un intento deliberado de engañar a los votantes y estafar a los inversores”.
“Imaginemos un mundo sin estadísticas. Los gobiernos tropezarían en la oscuridad, los inversores perderían dinero y a los votantes les costaría mucho pedir cuentas a sus autoridades políticas”, dice el artículo en su primer párrafo y remata: “desde 2007, el gobierno de Argentina publica cifras de inflación en las que prácticamente nadie cree”.
The Economist da cuenta de que los consultores privados y las oficinas de estadísticas provinciales duplican las cifras oficiales de inflación. “Lo que parece haber comenzado como un deseo de evitar noticias adversas en un país que tiene antecedentes de hiperinflación, ha derivado en el envilecimiento del INDEC , que alguna vez fue una de las mejores oficinas de estadísticas de América Latina”, reconoce la publicación, que da como ejemplo de la falta de independencia los despidos de los técnicos y la contratación de empleados “cristinistas”. A eso le suma “lo que constituye un extraordinario abuso de poder”: la persecución de los economistas, que tuvieron que dejar de publicar sus estimaciones. También destaca el perjuicio que la manipulación de datos generó a quienes tienen bonos vinculados a la inflación.
A partir de ahora, para calcular los precios del país, la publicación usará los datos de PriceStats, firma especializada en inflación que produce cifras para 19 países que son publicadas por State Street, un banco de inversión. “Temíamos que, de optar por alguna de las oficinas provinciales, ésta pudiera ser objeto de presiones”, aclaró la revista.