MEMORIA & BALANCE

Llorones vs Adictos: la pelea que recrudece en la crisis del invierno post FMI

Los industriales estallaron por los números alarmantes de alimenticias, textiles, construcción y calzado. Nación relegó a las fábricas y sólo escucha a los fetiches de Macri: unicornios y bancos.

El clima ya venía caldeado, pero se puso más espeso. “No está todo mal, sí estamos preocupados por los problemas que hay con los camiones en Brasil”. El italiano castellanizado de Cristiano Rattazzi, el titular de la FIAT, rebotó en la sala central de reunión de la Unión Industrial (UIA) como un cocoliche indigerible para la mayoría de los dirigentes allí convocados. Hacía algunos instantes, Alberto Sellaro, el líder de los empresarios del calzado, había dado un dato que hiela la sangre de las pymes: desde que Cambiemos está en el Gobierno, esa industria perdió 25 millones de pares, sobre 100 millones que venía produciendo. Tan complejo es el tema que, en unos días, varias cámaras de la actividad y el sector textil harán pública la desesperación que hasta ahora era subterránea y dialoguista. A su vez, se destapó Carlos Vaccaro, directivo de la Cámara del Acero, un sector que venía viento en popa de la mano de la obra pública, pero que “está empezando a caer”.,

 

“Pero Cristiano, ¿vos estás viendo lo que pasa? No pueden seguir mirándose el ombligo”, le espetó uno de sus colegas del interior del país al jefe de la automotriz. El ítalo argentino no discute, pero sabe preservarse cuando la realidad lo sobrepasa. Naturalmente, su algarabía en la crisis está avalada por el Gobierno. El ministro de la Producción, Francisco Cabrera, pone el ejemplo de los autos como parte de una bonanza heterogénea en las fábricas y hasta lo llevó al propio Mauricio Macri a Córdoba, a participar de la mesa del sector.

 

Pero el ejemplo es caprichoso, falaz y peligroso, según el diagnóstico de los propios industriales. Le recordaron los CEOs a Rattazzi, en medio de la reunión de Junta Directiva, que del millón de vehículos vendidos, se importó más del 70%, y el dato menos conocido: un 70% del 30% restante está producido en la Argentina casi con totalidad de partes importadas, ergo, también es importado. “Acá todos se quejan de que la sequía le quitó al país entre 7.000 y 8.000 millones de dolares, y es lo mismo que los autitos”, disparó un jefe de laboratorios.

 

El déficit que produce la importación de coches y partes equivale a ese mismo ingreso trunco. En paralelo, los autos no llegan a representar 30.000 empleos directos, contra 400.000 de alimentos y bebidas, 1,2 millón del comercio y hasta 115.000 del sector financiero. Es la parte que el Gobierno no dice y explica, además, cómo la Nación sigue rifando divisas sin tener lugar al que echarle mano para conseguir dólares genuinos. Una situación que, entienden los especialistas, terminará padeciendo en el mediano plazo.

 

Rattazzi, que blanqueó su militancia pro Cambiemos, en el ojo de la tormenta de la crisis industrial.

 

 

La bronca con los autos y el juego solitario de Rattazzi en el marco de una industria crítica está en todos y cada uno de los dirigentes que no van en cuatro ruedas. Los “llorones”, tal como Cabrera calificó a los industriales, se enojan también porque Rattazzi es uno de los que llega con su discurso amigable a oídos del Presidente y sus ministros. Pero no es el único. El Gobierno decidió, en medio de la marea de problemas competitivos, impositivos, de demanda y de tasas que afecta principalmente a las pymes, dejarse llevar por los cantos de sirena que le hacen llegar otros CEOs Macri friendly. La interlocución, mientras se desata una profunda crisis en la producción, no está en esos sectores, sino en los que menos padecen las penurias de una economía que entró en el congelador.

 

En el pelotón de preferidos con llegada y predicamento aparecen dos figuras del sector bancario. Enrique Cristofani, del Santander Río, uno de los que cerró con Federico Sturzenegger la solución a la corrida en su propia casa, y Gabriel “Pájaro” Martino, el CEO del HSBC. Ambos bancos le prestan dinero al Estado y ganan hasta cuando al país se le aflojan las tuercas, como ahora. Un win-win que los entusiasma y les hace dar diagnósticos parciales que luego se cuelan en la discursiva diaria del propio Macri.

 

Los otros mimados que convencen al mandatario de que la situación no es tan compleja como apuntan los industriales son los Unicornios, Martín Migoya, de la firma de software Globant, y Marcos Galperín, el CEO de Mercado Libre. La admiración de sus modelos de negocios está anclada aún en la vieja obsesión de Cambiemos de que Argentina pase de un modelo netamente industrial y agropecuario a uno de servicios y tecnología. “Es lógico que los unicornios digan que está todo bien, lo diría yo si no pagara impuestos en Argentina”, se quejan desde las fábricas.

 

 

Cristofani, del Santander Río, uno de los que cuelan mensajes en la esfera presidencial. Los bancos siguen en la línea win-win, aún en crisis.

 

La miopía oficial sobre el presente industrial -que generó revuelo en los CEOS de UIA y otras cámaras empresarias- resulta aún más fuerte si se observa el otro punto de discordia en el último encuentro catártico de los fabriles en su sede central. La producción de alimentos empezó  afrontar cifras anaranjadas. Molinos, Mondelez, Unilever, Arcor y casi todos los socios de la cámara alimenticia Copal sufrieron en 2016 una caída del consumo de alimentos y bebidas 4,8%; del 0,8% en 2017. Y el 2018 empezó en enero con algo de positivo, pero según confiaron a Letra P fuentes de Copal, abril y mayo serán meses negros y los primeros cinco del año redundarán en una caída superior a los 2,5 puntos porcentuales. Vale decir que el 0,8% de 2017, el número más positivo de la serie reciente, en realidad quedó cinco puntos por debajo de los niveles del 2015, previo a la asunción de Cambiemos.

 

Otro dato que alarma y corresponde a la cámara que preside Daniel Funes de Rioja: el sector lleva siete años consecutivos con caída de las exportaciones. Ergo, hoy no hay ni ventas externas ni al mercado interno, alicaído por el efecto tarifario y de precios sobre el bolsillo. Y lo peor está por venir: desde Copal, alertaron que es correcta la lectura oficial de que aún los efectos de la devaluación no se fueron a precios. “Va a haber más aumentos en junio, julio y agosto, pronostican” las alimenticias. Este desboque de los valores en góndola, por ahora, sólo tuvo una apretada fuerte de Cabrera a Molinos, la mega empresa que subió más de 20% en solo 15 días y que le escondió el alza Macri en plena reunión de colaboración en la Quinta de Olivos.

 

 

Acevedo, presidente de la UIA, en medio del tironeo de todos los sectores en contra del sector autos. Debe hacer equilibrio en la relación con el Gobierno.

 

 

Este frente de tormenta es un enigma y exhibe la debilidad del modelo M: en Argentina se venderán 900.000 coches este año, iniciando un freno en las ventas, pero mientras tanto cae el consumo masivo, el básico, el de alimentos, bebidas y limpieza en los hogares. Por eso, es casi lógico pensar quiénes compran vehículos y por qué no se venden más latas de arvejas o litros de leche y paquetes de fideos secos.

 

En este contexto, la preocupación del sector de las fábricas es otro distinto al que también prioriza y celebra el Gobierno en las últimas horas: para las chimeneas, el acuerdo de 50.000 millones de dólares a 36 meses con el Fondo Monetario Internacional (FMI) no solo no resuelve el problema de fondo, sino que, además, no tiene capítulos vinculados a una salida de la crisis vía herramientas productivas. Algunos productores se preguntaban luego de la conferencia de Nicolás Dujovne y Federico Sturzenegger cómo el Gobierno salía, en este contexto, a descorchar champagne por haber logrado un préstamo del organismo que preside Christine Lagarde. La pregunta tiene una respuesta lógica: desde el punto de vista político y en esta coyuntura, no le queda a Cambiemos más que anclar expectativas en un plan de ajuste, restricción y política monetaria contractiva que al menos le garantice el financiamiento que hoy no tiene porque, más allá del relato, no llegaron inversiones genuinas. De nuevo, el acuerdo con el FMI es más un gesto a los sectores que ya vienen ganando, como el financiero, las energías renovables y el comercio on line, que a las compañías que generan empleo en Argentina.

 

 

El anuncio del acuerdo con el FMI no resuelve, para la producción, ninguna de las cuestiones de fondo de la economía. 

 

 

En este escenario, un mar de lágrimas, los “llorones” empiezan a abrazarse a cuestiones impensadas hace un tiempo. Elogian la gestión “proteccionista” del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que, en lugar de abrirse, se cerró al mundo, bajó impuestos y recreó el empleo poniendo su reelección casi en terreno seguro. Pero no es todo: destacan que Brasil, China y la India están trabajando en el mismo sentido. La situación, claramente, es totalmente opuesta a la del inicio de la gestión Macri: “Teníamos confianza en que el cambio era necesario, pero este modelo no es lo que nos vendieron”, sintetizó un acerífero. Un resumen de lo que se viene.

 

 

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