Urge avanzar hacia una política económica unificada

El Gobierno optó por no tener un ministro de Economía. “Nosotros trabajamos en equipo”, dice el presidente Mauricio Macri, que claramente no quiere lidiar con un “superfuncionario”. Sin embargo, el riesgo de esto es que cada ministro se cierre en su especialidad e intente lograr objetivos de su propia área, funcionando como un compartimento estanco y y sin arriesgar su “propio pellejo” (costo político) por el resto.

 

En resumen, se abandona la visión integral de la economía, se dificultan los diagnósticos y la búsqueda de soluciones. La suma de las partes es menos que el todo.

 

El área de integración y coordinación tiene responsables. Son Mario Quintana y Gustavo Lopetegui. Pero se  han evidenciado fallas en la implantación del “gradualismo”.

 

El punto de la desinflación es bastante claro. El Gobierno anunció un relajamiento de las metas de inflación en diciembre pasado bajo el argumento de que una mayor velocidad de aquella se asociaba con un crecimiento menor. El Banco Central cedió a esa presión y bajó la tasa de interés en enero. Consecuentemente, se dispararon las expectativas de inflación de los agentes económicos y también la cotización del dólar. Sumado a esto, hubo un reajuste de tarifas que ya estaba pautado. El combo llevó a que, en marzo, se buscara anclar las expectativas a través de un “congelamiento del dólar”. Esto fue bastante contradictorio en un BCRA que se había cansado de explicar los beneficios del tipo de cambio flotante y la minimización del traslado a precios.

 

 

 

Para dejar el punto en claro: el Gobierno compró la idea de que “un poquito de inflación no hace tanto mal” y los resultados están a la vista. Cuando se subestima la inflación o se dice que es un tema fácil de resolver, más cerca se está de hacerse un gol en contra que de uno a favor.

 

Claramente hay disensos en el equipo económico sobre el programa de política económica a seguir. Las posiciones son bastante distintas y el Presidente vendría a ser el “superministro” que no tenemos. Por momentos parece cerca de una ala y después, cerca de otra. La característica de prueba y error es riesgosa para manejar las cuestiones macroeconómicas. El resultado es que no se entiende a dónde van con este esquema y eso se paga con credibilidad. 

 

En los últimos días se juntaron la suba de tasa de interés a diez años en Estados Unidos por encima del 3%, el desarme de posiciones en Lebac por el impuesto a la renta financiera de extranjeros y la propia inconsistencia de tener un tipo de cambio cuasifijo por más de un mes (y vendiendo reservas), cuando se suponía que el esquema era de flotación cambiaria.

 

Se dispararon las alarmas y hubo que sacrificar 2.300 millones de dólares en dos jornadas, un monto elevadísimo equivalente al 4% de las reservas. 

 

Hacia adelante, el rumbo debe ser unificado. Lo que pasó, pasó. El tema es cómo sigue el año y medio del mandato del presidente Macri. 

 

 

 

Necesariamente se deberán contestar ciertas preguntas. ¿Cómo continúa la política económica? ¿A qué objetivos apunta? ¿Qué instrumentos se van a utilizar? ¿Con qué esquema monetario-fiscal-tarifario?

 

Pasada la tormenta y luego de pagar el costo de menores reservas en el activo del BCRA y una tasa de interés muy elevada (al menos hasta que amaine la coyuntura), el efecto no solo será financiero, sino sobre impactará en la economía real.

 

Mayo será clave para pensar el rumbo a seguir y para actuar en consecuencia.

 

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