Crisis política en Brasil

Conmoción: afirman que Lula irá preso antes de fin de mes

El Supremo se niega a tratar un habeas corpus preventivo y solo resta que un tribunal de segunda instancia ratifique su sentencia de enero.

La presidenta del Supremo Tribunal Federal (STF), Cármen Lúcia, excluyó de la agenda de marzo y abril de la máxima corte de Brasil el pedido de habeas corpus preventivo presentado por la defensa de Luiz Inácio Lula da Silva, dejándolo sin recursos posibles para evitar su ingreso a prisión. Así, solo resta que el Tribunal Regional Federal Número 4 (TRF4), con sede en Porto Alegre, que lo condenó en enero a 12 años y un mes de cárcel por corrupción pasiva y lavado de dinero, agote el “embargo de declaración” pendiente, una instancia explicativa de su sentencia que no alterará el fondo de la misma. Los observadores estiman que eso, referido al caso del tríplex en Guarujá que supuestamente le entregó, a modo de soborno, la constructora OAS, ocurrirá antes de fin de mes.

 

“Si el TRF4 detiene a Lula, tendrá que ir a la cárcel. Y recién ahí su defensa podrá presentar otro habeas corpus. Primero, ante el Superior Tribunal de Justicia y, si este lo rechaza, luego ante el Supremo.  Mientras, estaría preso”, le dijo a Letra P desde Brasil el jurista Lenio Luiz Streck. Este, procurador del estado Rio Grande do Sul de 1986 a 2014, hoy impulsa ante el STF, encomendado por la prestigiosa Orden de Abogados de Brasil, la Acción Directa de Constitucionalidad 44, que busca revertir jurisprudencia de esa alta corte a favor de que los condenados en segunda instancia cumplan las penas de prisión aun cuando no haya todavía sentencia firme.

 

“El artículo 283 del Código Procesal Penal, que garantiza el derecho de apelar en libertad, es el objeto de nuestra acción de constitucionalidad. Pero la presidenta del STF tampoco la colocó (en la agenda). Por lo tanto, todavía no fui a Brasilia para hacer la exposición”, agregó y resaltó que considera la jurisprudencia vigente violatoria del principio de presunción de inocencia.

 

Lo que agravó la situación del ex presidente (2003-2010) fue el reciente rechazo por unanimidad del STJ, máxima instancia penal de Brasil, de otro habeas corpus preventivo. Esto le dejó vía libre al TRF4.

 

El STF respaldó hace un año y medio, en una votación mínima de seis a cinco, que los condenados en segunda instancia vayan presos. Cármen Lúcia da la cuestión por zanjada y ha dicho que reabrirla por un caso particular sería “empequeñecer” al tribunal. Sin embargo, en medio de un clima político de agitación, accedió a recibir este miércoles al mediodía al abogado de Lula y ex juez del STF, Sepúlveda Pertence.

 

La expectativa sobre ese encuentro es alta porque, efectivamente, podría ser la última carta antes de un ingreso a prisión hasta hace poco considerado imposible. Cualquier ministro del Supremo está habilitado para pedir durante un plenario la apertura de un debate, como sería el caso de Lula, pero el margen político es escaso. Que eso ocurra “es casi imposible”, estimó Streck.

 

El clima en el Partido de los Trabajadores es sombrío. El jefe de los diputados petistas, Paulo Pimenta, reconoció que “se han creado las condiciones (…) para que Lula sea el primer preso político desde la redemocratización”. Y la titular de la agrupación, Gleisi Hoffman, ya se animó a hablar de esa posibilidad al advertir que la misma “no será aceptada”.

 

 

¿Hasta dónde puede llegar el rechazo de la izquierda y sus movimiento sociales? ¿Al punto de la violencia?

 

“No veo muy probable que la izquierda genere una movilización popular significativa contra un arresto de Lula. Me baso en la declinante participación de los partidos, los sindicatos, las organizaciones y los movimientos sociales desde el impeachment de Dilma Rousseff. Incluso cuando Lula fue condenado en enero en segunda instancia, el flujo de militantes al tribunal de Puerto Alegre resultó decepcionante”, le dijo a este medio el politólogo Paulo Kramer, profesor en la Universidad de Brasilia.

 

Otro analista de nota consultado para este artículo, Murillo de Aragão, coincidió. “No creo que puedan ocurrir actos de violencia generalizada. Pero hechos puntuales... Creo que la defensa de Lula se va a dar en la Justicia, pero, además, en las calles con protestas, en medios de izquierda a nivel internacional y a partir de algunos formadores de opinión”.

 

El analista y profesor de la Universidad Católica de Brasilia Creomar de Souza opinó, por su parte, que “en Brasil, como en el resto de América Latina, siempre hay peligro de violencia. Sin embargo, la militancia política ha sufrido un desgaste muy grande, por lo que no veo muchas posibilidades de que ocurra”.

 

Si bien la candidatura presidencial de Lula da Silva corre por cuerda separada y debe ser tramitada ante el Tribunal Superior Electoral (TSE), es obvio que el encarcelamiento sería fatal para las posibilidades del líder de izquierda, por más que las encuestas hasta el momento lo den primero por amplio margen.

 

Menos de seis meses antes de abandonar el poder, en junio de 2010, Lula se puso a sí mismo un cepo político al promulgar la Ley Complementaria 135/10, conocida como la de “ficha limpia”. En su artículo 2, inciso L, esta establece que serán inelegibles quienes tengan una condena emitida por “un órgano judicial colegiado”, esto es en segunda instancia.

 

En ese escenario, “el PT tendría muchísimas dificultades para contrarrestar su acelerada declinación como punto de referencia de la izquierda en Brasil y, además, la carrera presidencial tenderá a favorecer a Jair Bolsonaro, a Marina Silva y a Ciro Gomes”, señaló De Souza. El primero es el líder de la ultraderecha, quien, sin Lula en la cancha, pasaría a un estremecedor primer lugar en los sondeos. La segunda es la ecologista que en las elecciones de 2014 falló al presentarse como “la ancha avenida del medio”. Y el tercero es un líder socialista histórico que podría beneficiarse de la caída del PT.

 

Paulo Kramer suma nombres. “La militancia y el liderazgo del PT comenzarían a buscar, más pragmáticamente, alternativas. Una sería el ex alcalde de San Pablo, Fernando Haddad, un petista de inclinaciones socialdemócratas. Otra, Ciro Gomes, ex gobernador de Ceará, en el Nordeste, que puede aspirar a heredar la fuerte popularidad de Lula en esa región. También Marina y el ultraizquierdista Guilherme Boulos.

 

Habrá que ver, en ese caso, si el voto lulista se une tras un nombre, lo que convertiría al heredero en una opción de poder todavía viable, o si se desparrama tan asombrosamente como su prestigio.

 

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