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El populismo en la región: los muertos que vos matáis gozan de buena salud

En los 90, casi todos los gobiernos de la región eran pro mercado y en los 2000, casi todos eran pro estatistas o populistas, pero hoy el escenario político es complejo. Los casos de Brasil y México.

Tras el triunfo de Mauricio Macri en noviembre de 2015 en Argentina y la destitución de Dilma Rouseff en Brasil al año siguiente, muchos analistas se apresuraron a considerar que la región “giraba a la derecha” y que los populismos de centroizquierda que habían tenido auge en la primera década del siglo eran cosa del pasado.

 

Se sostenía ese análisis, además, en las históricas similitudes en los comportamientos políticos de los países de nuestra región, sostenidas, a su vez, en lo homogéneo de las características sociales y culturales de nuestros pueblos como así también en el papel central que tienen los commodities – y las alzas y bajas de sus valores-  en nuestros sistemas económicos.

 

En esa línea, poco después del triunfo de Macri, en Bolivia ganó el No a la posibilidad de permitir una nueva reelección presidencial impulsada por el presidente Evo Morales y en Perú la izquierda populista no llegó a subirse a la segunda vuelta. Asimismo, a fines del año pasado, en Chile el candidato pro mercado, Sebastián Piñera, logró finalmente un triunfo contundente en el ballotage. Con sus matices, dadas las denuncias de fraude en las que se vio envuelto, el triunfo de Juan Orlando Hernández también puede sumarse a este sector.

 

Particular fue el caso de Ecuador, donde, a principios del año pasado, el populismo centroizquierdista triunfó en las elecciones, pero luego, el presidente Lenin Moreno rompió políticamente con su antecesor y referente político, Rafael Correa, y en esa ruptura alejó al gobierno ecuatoriano del eje bolivariano al que reportaba en épocas de la Revolución Ciudadana. Hace poco menos de un mes, en un plebiscito se cristalizó en las urnas este rompimiento con un reparto de fuerzas favorable al (nuevo) oficialismo, 

 

Sin embargo, el populismo resiste los pronósticos que señalan su final y la teoría de la ola de "derecha" empieza a mostrar sus limitaciones. En 2016, al “triunfo” en Ecuador, se sumó Nicaragua, donde Daniel Ortega resulto reelecto con amplia mayoría y el año pasado el presidente Morales logró revertir en los tribunales lo que el plebiscito le había negado y quedó habilitado a competir por una nueva reelección en 2019. Contra todos los pronósticos, el chavismo no solo se sostuvo en el poder en Venezuela, sino que, tras haber perdido las parlamentarias en 2015, “ganó” (con denuncias de irregularidades y limitaciones a la participación de la oposición) las elecciones para gobernador y alcalde y dejó al presidente Nicolás Maduro como favorito para la reelección en las presidenciales previstas para abril.

 

Y lo más jugoso está en el escenario de las elecciones de este año. En Costa Rica no había una opción fuerte electoralmente de izquierda y para la segunda vuelta, prevista para el 1 de abril, competirán un populista de derecha contra un oficialista del tipo liberal de centroizquierda. Pero, sorpresivamente, en la conservadora Colombia viene creciendo en las encuestas la figura de Gustavo Petro, ex alcalde de Bogotá y ex guerrillero del M19 que el 11 de marzo, tras las primarias, podría consagrarse como el candidato de un frente de centroizquierda competitivo para las elecciones del 27 de mayo y con chances ciertas de llegar a la segunda vuelta el 17 de junio.

 

 

En Brasil, aunque las limitaciones legales lo tienen casi fuera de la cancha, el ex presidente Ignacio “Lula” Da Silva lidera todas las encuestas e incluso rompió el techo de un eventual ballotage, donde también se impondría. Más allá de que pueda presentarse o no en octubre, la popularidad de Lula vuelve a poner al PT y al populismo como una opción de poder en Brasil, cuando, tras la salida de Rouseff (con índices muy bajos de popularidad), parecía el final de una etapa.

 

Por otra parte, en México, empujado por la visible animosidad de Donald Trump con los mexicanos, el populista Andrés Manuel López Obrador parece indetenible en esta, su tercera (será la vencida) postulación presidencial. En el país azteca no hay ballotage y ninguno de los partidos tradicionales del sistema aparece con chances en las encuestas. El dato sintomático de cara a los comicios del 1 de julio es que muchos dirigentes políticos y empresarios antiguamente enfrentados a AMLO se le están acercando y el otrora iracundo caudillo ha moderado su discurso y sus actitudes en línea con el viejo teorema de Baglini acerca de la moderación de las posturas de los políticos a medida que se acercan a la posibilidad de llegar al poder. 

 

 

 

La otra elección que queda en la región es Paraguay el 22 de abril. La opción populista está ahí en alianza con los liberales (como en 2008 y después de que la ruptura llevara a la destitución de Fernando Lugo en 2012) y el favorito es el oficialista Partido Colorado. Pero hay un matiz interesante de observar: el candidato que triunfó en las internas no fue el impulsado por el presidente Horacio Cartes, sino uno del ala histórica del coloradismo, Mario Abdo Benítez, quien ya anticipó algunos giros (y críticas) respecto a las políticas pro mercado del actual presidente.

 

En definitiva, el escenario político en la región es bastante más complejo de lo que parecía que iba a ser dos años atrás. La ola pro mercado o de “derecha” no termina de imponerse e incluso algunos de sus líderes, como Michel Temer en Brasil o Pedro Pablo Kuczynski en Perú, están al filo del juicio político y la destitución por importantes denuncias de corrupción, con un futuro incierto en cuanto a la sucesión en caso de que esto suceda.

 

 

 

No es claro el escenario idílico que imaginaban a mediados de la década pasada los principales referentes del populismo de izquierda en la región, cuando propios y ajenos les auguraban muchos años más en el poder y se animaban a pensar proyectos grandilocuentes, como un banco regional, moneda única o autoabastecimiento energético. La caída en el precio de los commodities y la finitud de la vida humana que llevó a la muerte, por ejemplo, a Hugo Chávez y Néstor Kirchner, disiparon esos planes, pero la opción política que representaron está lejos aún de desaparecer y, en la medida en que sus contrincantes no encuentren respuestas a los problemas que afrontan, podrían volver al poder.

 

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