PLANO CORTO. MIGUEL PICHETTO

El Senador #16: divide y reinará otro

Tiene línea fluida con el primer piso de la Rosada, donde lo cuentan como propio y lo ceban en la guerra fría con CFK para que el PJ no se reagrupe. En 2019, todos peleados perderán, se entusiasman.

En la Casa Rosada lo llaman, con ironía, el senador 16. Es uno más, sin duda el más importante, de los miembros de la Cámara alta que el gobierno de Cambiemos considera propios. Miguel Angel Pichetto se convirtió en una pieza clave para la gobernabilidad que necesita Mauricio Macri por dos razones: su decisivo rol en el Senado y su prédica hacia el interior del peronismo como dique de contención ante cualquier intento de Cristina Kirchner de recuperar posiciones.

 

El rol del jefe del bloque de 36 senadores del PJ volvió a quedar claro esta semana con sus definiciones en el Rotary Club. Tres meses antes de su regreso al Senado, Pichetto salió a alambrar el territorio del peronismo puro y expulsó a la ex presidenta de sus filas. “Así como la señora armó un partido, es esperable que esa fuerza tenga su correlato en la vida parlamentaria con la conformación de un bloque propio que deberá denominarse Unidad Ciudadana", dijo. No sólo eso: además, definió al espacio de CFK como una fuerza de centroizquierda, elogió la legitimidad del gobierno nacional y defendió, incluso, la actuación de la Gendarmería en el caso de la desaparición de Santiago Maldonado. Se preguntó qué hacer con los violentos que tienen ocupación ilegal y remató: “El argumento de la tierra sagrada, toda esa pavada, no se puede sostener”.

 

 

La advertencia confirma la división entre las distintas variantes del peronismo de cara a 2019 y vuelve a complacer a la Casa Rosada.

 

Revelador, Pichetto habla como si el peronismo que conduce estuviera en alza, como si se viera beneficiado por el crecimiento electoral de Cambiemos en todo el país y por la eventual derrota de “la señora” ante Esteban Bullrich en octubre próximo. Mientras, insiste con un concepto que saca a la ex presidenta y a sus seguidores de la cancha: dice que están “afuera” o “en el borde” del sistema. Por eso, agrada y mucho en los altos mandos del Círculo Rojo devenido Amarillo.

 

Nadie puede reclamarle que no haya sido el más orgánico de todos durante los años del kirchnerismo ni que asuma ahora una posición más acorde con sus convicciones. La duda -que asalta a algunos gobernadores- es si beneficia al peronismo o beneficia al Gobierno. Pichetto y una parte están convencidos, aunque lo digan poco: lo que favorece a Macri es que Cristina siga en la cancha y el peronismo no se reagrupe lejos de lo que fueron los últimos 12 años. 

 

 

 

EL SEÑOR GOBERNABILIDAD. Desde el 10 de diciembre de 2015, el más importante de los senadores del PJ fue garantía de gobernabilidad para Cambiemos en el Congreso. Su manejo del reglamento, las mayorías y las mañas en la Cámara alta lo autorizaron incluso para elevar la voz -en más de una oportunidad- y dejar en off side ante las cámaras a la vicepresidenta Gabriela Michetti.

 

Es probable que Pichetto hable por convicción después de una década larga de acompañar políticas, leyes y discursos que el kirchnerismo impuso y no eran de su agrado. Pero, aun así, el gobierno de Macri es el principal beneficiado: por eso dedica una energía envidiable a seducir al senador rionegrino.

 

En nombre de la liga de gobernadores y del peronismo no kirchnerista, Pichetto se comunica con Rogelio Frigerio todas las semanas: es el vínculo más fluido. En el Ministerio del Interior, nadie lo disimula: propician la ruptura del peronismo en el Senado y en todos los ámbitos donde sea posible. Sin embargo, por su cercanía con el vapuleado Emili Monzó, Rogelio quedó sentado en la rama más endeble del arbusto oficialista.

 

Tal vez por eso, los puentes de Pichetto no se terminan en Frigerio. Tiene, también, línea directa con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y accede incluso al diálogo con el Presidente bastante más seguido de lo que se sabe.

 

La jugada del senador no es tan sencilla como parece. En la Casa Rosada y el peronismo, dudan de que pueda llegar a consumarse tan fácil.

 

En primer lugar, no todos los gobernadores peronistas demuestran el mismo rechazo por Cristina Kirchner. Más allá de la simpatía o afinidad que puedan sentir por la ex presidenta, su caudal de votos sigue siendo alto. Sobre todo, si se mira en relación a la orfandad general dentro del peronismo, donde no surge el liderazgo que pueda ordenar la antigua disidencia y convertirla en nueva mayoría dentro del PJ.

 

 

 

¿DOS O TRES BLOQUES? Pichetto ofrece garantías para los gobernadores por su experiencia y su mirada política. Pero, además, es el mejor por otra razón: nunca va a ser gobernador, no tiene chances de competir en 2019 ni de disputarle protagonismo a los mandatarios provinciales en el futuro. Es un hombre de fuerte peso legislativo pero el poder propio le resultó siempre esquivo. Ahora mismo tiene un escenario complicado en su provincia, donde María Emilia Soria -que lo acusó de ser más oficialista que opositor- superó el 40% con la camiseta del cristinismo y perfiló a su hermano Martín de cara a la pelea por la gobernación en 2019.

 

Pese a su costado “inofensivo” en el plano electoral y a que su palabra es escuchada con atención en el PJ, el mensaje de Pichetto en el Rotary Club no fue tan bien recibido por todos los gobernadores del peronismo. Ninguno quiere a Cristina acusándolo de traición a partir del 10 de diciembre. Hay por lo menos tres mandatarios provinciales que están más cerca de CFK que de Pichetto: el de Formosa, Gildo Insfrán; el de Tucumán, Juan Manzur, y la de Catamarca, Lucía Corpacci. Del lado del rionegrino y de los que “no quieren volver al pasado”, están los más jóvenes, como Domingo Peppo, de Chaco; Gustavo Bordet, de Entre Ríos; Roxana Bertone, de Tierra del Fuego, y Sergio Uñac, de San Juan. Como islotes que juegan de manera independiente, quedan los representantes de Misiones y de Santiago del Estero. De acuerdo a esos alineamientos, los que hoy aparecen bien visibles, en la Casa Rosada estiman que el peronismo está más próximo a quebrarse en tres que abroquelarse en contra de CFK. En ese escenario, las leyes que precisa aprobar el Gobierno en 2018 van a tener un tránsito pesado en el Senado, la cámara más permeable a las necesidades de Cambiemos entre 2015 y 2017.

 

 

 

LA SEÑORA. Por supuesto, todo depende de los resultados de las elecciones de octubre. Más allá de su esfuerzo inviable por convocar a un gran acuerdo nacional y el intento de perforar su techo histórico con entrevistas a medios que apoyan al macrismo, CFK tiene las de perder. Y, si no crece y pierde por mucho, entrará debilitada al recinto que la proyectó a la política nacional. Sólo un aluvión de votos ausentes en agosto podría darle la victoria, algo que hoy ninguna encuesta prevé.

 

Por eso, hay otro dato que parece contradecir la ruptura que anuncia Pichetto: las señales que genera la propia ex presidenta. Cristina le dijo a Luis Novaresio que se excluirá si advierte que es “un obstáculo” para que el peronismo vuelva al poder 2019. “Claro, también dijo que no quería ser candidata a senadora este año y ahí está”, responden los miembros del PJ que no le creen una palabra. Sin embargo, en el peronismo no kirchnerista consideran que hoy da señales que hasta hace no tanto era imposible esperar de ella.

 

Un hombre de diálogo permanente con los gobernadores le dijo a Letra P que la ex presidenta “no quiere aislarse” y ve en el peronismo la mejor forma de “protegerse” ante nuevos procesamientos y citaciones judiciales. Curiosidades de la historia: de ser así, su caso se emparenta en ese punto con el de Carlos Menem.

 

Que Cristina está en otra etapa política de su vida, lo indican no sólo los votos, que son menos de los que esperaba. También, su decisión de convocar a dirigentes que antes hubiera expulsado de su espacio, si se hubiera dejado llevar por el estado de ánimo. La ex presidenta volvió a dialogar con Luis Beder Herrera, el ex gobernador de La Rioja, que fue uno de los primeros en romper en Diputados con el Frente para la Victoria: ahora, Cristina lo llama y lo consulta sobre temas puntuales. Como si le hubiera caída la ficha de que lo que rinde es la humildad.

 

Así y todo, con más problemas de los que imaginaba, el ingreso de CFK al Senado y el enfrentamiento con Pichetto puede generar un cimbronazo en el que todos pierdan. A la ex presidenta le sobra oficio en la Cámara alta, pero siempre fue minoría y hoy afirma que quiere colaborar con el peronismo. Se verá.

 

 

 

EL CAMINO A 2019. Hay un último elemento que pone a los gobernadores y al peronismo en un estado de debilidad que hace mucho no experimentaban: los fondos. En ese punto, todos coinciden. Los mandatarios provinciales vienen a Buenos Aires con un mensaje sin fisuras: sostienen que las provincias están muy complicadas financieramente y que -con otros modos- el macrismo replica la fórmula kirchnerista del garrote y la zanahoria. “Si te alineás te dan algo y si te quejas, te atienden con una anchoa en el desierto”. Además, están en alerta por el fallo favorable al reclamo del Fondo del Conurbano que María Eugenia Vidal podría conseguir antes de fin de año en la Corte Suprema. Si la provincia de Buenos Aires pasa de recibir por año 650 millones de pesos a percibir 50 mil millones, ¿quién va a ceder esos recursos? ¿la Nación o el resto de las provincias? Esta semana, salieron de la queja y empezaron a correr a la Casa Rosada con el reclamo de fondos previsionales.

 

De fondo, no está sólo la dificultad cierta para gobernar en algunos distritos, sino también la preocupación por la concentración de poder en la era Macri. Más allá de que gobierne 14 provincias, el peronismo está con la ñata contra el vidrio. Si en octubre se repite el resultado de la PASO, con derrotas peronistas en Córdoba, San Luis, Santa Cruz y La Pampa, quedará confirmado que Cambiemos no distingue entre variantes del PJ y les gana a todos, los más oficialistas y los menos. Si, además, como prevén los números que manejan en la usina de Marcos Peña, el oficialismo se impone en Buenos Aires y Santa Fe, los problemas serán muchos. No sólo por el desequilibrio de poder y el peso del macrismo en los medios de comunicación, donde casi no quedan opositores. Además, por la dificultad de encarar una campaña electoral en todo el país para la que hacen falta -estiman en el PJ- 100 millones de dólares que hoy nadie sabe de dónde van a salir.

 

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