DETRÁS DE ESCENA

Movimiento Obrero Desorganizado

A un año de la reunificación, la CGT cruje, el triunvirato agoniza y Macri se agranda. Los malos oficios de los independientes. La cintura de Los Gordos. El Plan Volveremos del moyanismo rengo.

Los organizadores habían desplegado en el escenario alrededor de 50 sillas y, un rato antes de empezar el acto de la CGT, casi la mitad estaban vacías. Los jefes sindicales de los grandes gremios, que hasta hace poco se peleaban por un lugar destacado, habían decidido quedarse abajo, replegados sobre su propia columna. Ausentes Héctor Daer(Sanidad), Gerardo Martínez (Uocra), Armando Cavalieri (Comercio), Antonio Caló (UOM), Omar Maturano (La Fraternidad), Roberto Fernández (UTA)y Ricardo Pignanelli (Smata), entre muchos otros, los que se tuvieron que sentar para cubrir el bache fueron los secretarios de varios sindicalistas y los empleados que trabajan en el edificio de la calle Azopardo.

 

Un año después de la unción de un triunvirato que se festejó casi como un gran acuerdo nacional entre corrientes gremiales, la marcha del sindicalismo opositor a Plaza de Mayo hace tambalear una unidad que nació con fórceps. Mientras el moyanismo sin Moyano presiona por un paro nacional, Los Gordos se resisten y piden atender al respaldo que obtuvo el Gobierno en las PASO, hace apenas diez días.

 

Te llevo sobre mi piel. (Foto Ignacio Amiconi. AG La Plata)

 

 

El frágil equilibrio de fuerzas interno derivó en una alianza quizás impensada que permitió que la marcha finalmente se hiciera: la del moyanismo con los llamados independientes, interlocutores principales de Mauricio Macri. Gerardo Martínez, José Luis Lingieri (Obras Sanitarias) y en menor medida Andrés Rodríguez (UPCN) se ofrecieron como garantes de la paz gremial ante el Presidente, pero fueron los que le garantizaron la movilización a Plaza de Mayo: ante el Gobierno, intentaron venderla tarde como un mal menor. Martínez y Lingeri suelen intercambiar mensajes con el ex presidente de Boca y le dispensan una valoración tan alta que acostumbran a llamarlo “El 1” en la conversación con otros jerarcas sindicales. Cansado de ese doble discurso y envalentonado con los votos de las PASO, Macri decidió echar a los dos funcionarios ligados a los gremios.

 

Mientras el moyanismo sin Moyano presiona por un paro nacional, Los Gordos se resisten y piden atender al respaldo que obtuvo el Gobierno en las PASO.

El enojo presidencial fue tanto que decidió jubilar incluso a Ezequiel Sabor, que, además de cercano a Luis Barrionuevo, es un histórico del PRO que también es el secretario gremial del partido. El ganador puertas adentro del Gobierno fue Jorge Triaca: el ministro de Trabajo habla con todos los sectores y ejecuta el manual de Macri, pero tenía el ministerio loteado. Ahora logró colocar a dos personas de su confianza.

 

El siempre oficialista Martínez dice haber ido a la marcha, pero no se dejó ver. Más importante fue el gesto que le dedicó al Presidente diez días antes de las PASO, cuando salió a festejar en Radio Mitre el aumento de la obra pública. En el heterogéneo comando de la CGT coinciden: no fue un gesto espontáneo, sino que surgió después de una llamada desde Olivos.

 

El breve discurso de Juan Carlos Schmid de espaldas a la Casa Rosada planteó una agenda de reclamos que Macri está lejos de satisfacer y no despejó las dudas sobre el camino que recorrerá la CGT en un escenario adverso. En cambio, el espectáculo que brindó Camioneros frente al escenario favoreció al Gobierno, que ya lo anota como un punto a favor en las encuestas de cara a octubre.

 

 

 

Ausente por decisión propia, condicionado por los favores que le debe al macrismo, más cansado y más viejo, el histórico líder camionero siguió las alternativas del acto sindical con un nerviosismo que no sentía durante la era en que fue el protagonista principal. Hugo Moyano llamó por teléfono al jefe de Dragado y Balizamiento para felicitarlo por su discurso, pero le pidió un mensaje más llano porque –afirma- muchos de los propios no entienden de qué se trata. Con orígenes en el cristianismo, Schmid es un dirigente con formación teórica que acostumbra a citar una frase del filósofo Baruch Spinoza: “En política no hay que reír ni llorar: hay que comprender”.

 

Igual que Héctor Daer, se trata de sindicalistas con una formación que está por encima de la media. Sin embargo, responden a distintas tradiciones, ninguno puede llenar el vacío que dejó Moyano y les toca un escenario cuesta arriba: con sectores que exigen un plan de lucha pero tienen poco peso dentro de la CGT y de los sindicatos con capacidad de paralizar el país. Además, queda claro: ellos no quieren confrontar con el Gobierno.

 

Schmid y Daer tuvieron posturas antagónicas antes del acto y, sobre todo, después del resultado de las PASO, que evidenció un crecimiento notorio del Gobierno con un millón 700 mil votos más en todo el país y casi 700 mil más en la provincia de Buenos Aires. Mientras el sindicalista de Sanidad planteó que debían leer la nueva realidad para no salir mal parados, el moyanista afirmó que había un compromiso tomado ante cinco mil militantes en el plenario nacional ampliado, a fines de julio en el microestadio de Ferro.

 

El sindicalismo llegó a la marcha dividido y se notó tanto en el escenario como en el número de manifestantes que movilizó cada gremio, bastante menos que lo que sucedió en marzo pasado. En un gesto inusual, Los Gordos como Daer y Cavalieri fueron a la Plaza pero se quedaron abajo del escenario y no movilizaron más que a pequeños grupos. Las columnas más numerosas las aportó la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), que lidera Juan Grabois en alianza con el Movimiento Evita, y otras organizaciones sociales no peronistas.

 

 

 

Fiel a un pasado que registra más de un voto en blanco pero también al documento de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) de 2015 –titulado “Paz, Pan y Trabajo”-, que se despegó de la disputa entre Macri y Daniel Scioli, Schmid afirmó en el escenario que ningún candidato representa a los trabajadores. Cayó mal en la mayor parte de los gremialistas que están alineados con Florencio Randazzo, Cristina Kirchner o Sergio Massa. Candidatos de origen peronista sobran, aunque ninguno asume el pliego de demandas sindical.

 

Schmid es el más convencido de la unidad con las organizaciones sociales y tiene un gran aliado en Grabois, que no deja de elogiarlo, y también en el papa Francisco. Sin embargo, Jorge Bergoglio nunca se restringe a la mirada de un sector. Como muestra, Daer y Carlos West Ocampo preparan para noviembre en el Vaticano un encuentro que tiene un título elocuente: sindicatos y estructuras sindicales.

 

“¿A quién representa la CGT?”, suele preguntar el Daer de Sanidad en las discusiones de Azopardo. “Confedera sindicatos, no partidos ni movimientos sociales”, responde. Es la visión tradicional del sindicalismo peronista. El triunviro que fue diputado del Frente Renovador y ahora se acercó a Randazzo viajó ayer al Congreso de FATSA en Córdoba en busca del respaldo de su sindicato. Seguirá peleando por quedar al frente de la CGT.

 

Si llegara una ruptura, el escenario para el moyanismo no sería ni tan sencillo ni tan épico como el de los años noventa. Los sindicatos más numerosos y la mayoría de los chicos están alineados con Los Gordos. Schmid coincide en que hay que fortalecer la herramienta orgánica del movimiento sindical porque sin la CGT lo demás no alcanza para condicionar al Gobierno.

 

Pese a que aparece como el vocero del sector más duro y habló con todos los sectores para garantizar la marcha, el triunviro moyanista no se cansa de repetir: “El paro hay que trabajarlo, hay que construirlo y hay que asegurar que paren los sectores del transporte”. La UTA y La Fraternidad se mueven con una lógica propia y muchas veces cierran acuerdos sectoriales con los que se bajan de las medidas de fuerza. Por eso, el escenario de la fractura que propician desde la Casa Rosada no aparece tan claro.

 

 

 

El estilo a lo Thatcher que ensaya Macri en campaña contra el sindicalismo tiene un alcance todavía indefinido.

 

Las reformas laboral y previsional están en la agenda del Gobierno, pero no son sencillas de implementar. El Presidente lo sabe y por eso apuesta más a acuerdos flexibilizadores por sector, al estilo de Vaca Muerta. Para la Casa Rosada, confrontar con todo el sindicalismo con una reforma a la brasileña es innecesario y de costos imprevisibles: más fácil es ir horadando derechos laborales sector por sector.

 

Desde el Gobierno, dejan trascender que irán en busca de Moyano, afectado por la situación del correo privado OCA y por algunas causas judiciales que el poder de turno siempre amenaza con reactivar. El propio moyanismo ya se declara víctima de persecución: dice que el Banco Provincia acaba de trabar inhibiciones que le impiden a Independiente habilitar jugadores por una deuda de 90 millones de pesos que el club contrajo durante la gestión de Julio Comparada.

 

 

 

Muy debilitado desde que el padre se fue a boxes, el sector de Pablo Moyano es el que más presiona por medidas de fuerza. El hijo del líder camionero quiere retomar el poder, pero tiene pocos leales y más adversarios que aliados, además de una paciencia limitada que lo condiciona. En el último plenario de delegados de regionales de la CGT, hasta Armando Cavalieri y Francisco “Barba” Gutiérrez (UOM) se unieron con críticas a Camioneros.

 

Si fuera a una ruptura de la CGT, el moyanismo tendría una especie de regresión a los noventa, pero con menos poder de fuego que el histórico MTA: sin la UTA que supo comandar Juan Manuel Palacios -ahora en manos del impredecible Fernández- y en alianza con las dos CTA, los Bancarios, el exiguo kirchnerismo sindical y la izquierda clasista.

 

 

 

 

 

 

Gustavo Rossi, presidente del Partido Laborista Argentino y titular de Uecara del Interior. 
Martín Soria, con respaldo del camporista Martín Doñate, se quedó con el Congreso del PJ Río Negro.

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