Enfoque

La radicalización del chavismo fortalece el rol del Ejército en Venezuela y América Latina

Maduro extrema posiciones y depende cada vez más de los militares. Sin la intensidad venezolana, la radicalización de posiciones se replica en toda la región. El riesgo de las FF.AA. reempoderadas.

La radicalización de posiciones que ha ido escalando en Venezuela desde antes de la muerte de Hugo Chávez pero, sobre todo, después de su muerte, se ha cobrado una nueva víctima simbólica en la anulación del Parlamento – de orientación opositora -  que dispuso el Tribunal Supremo de Justicia – de clara orientación oficialista.

 

Este escenario refuerza a corto plazo al debilitado gobierno de Nicolás Maduro quitándole del medio a un Congreso que, aunque nunca logró concretarlo, buscó desde su conformación con mayoría opositora destituirlo y llamar a elecciones anticipadas.

 

Pero también refuerza a los sectores más extremistas de la oposición, que sostienen el concepto de que el gobierno venezolano es una dictadura y que el único camino posible para ellos es enfrentarlo como tal y no a través de los caminos constitucionales y democráticos.

 

Subyace, en el fondo, un peligroso descrédito del sistema democrático que mucho costó imponer en Latinoamérica y un más peligroso aún avance del poder de las Fuerzas Armadas, que son hoy el principal sostén de Maduro – más allá del núcleo duro de 25/30% que tiene el chavismo en la calle – y que se lo facturan cada vez más caro en espacios de poder y recursos económicos. 

 

No por casualidad la reacción de la oposición ante la decisión del TSJ fue apelar a las Fuerzas Armadas donde “hay hermanos que también sufren la falta de alimentos”. Saben que sin el Ejército no hay chance de que Maduro pueda seguir gobernando, pero también saben, aunque no lo dicen ahora, que el Ejército y sus integrantes son grandes privilegiados en la gestión chavista.

 

Pero no es solo poder y dinero lo que lleva a Maduro a arrinconar a la oposición. El chavismo, que en sus orígenes, en 1999, fue una versión caribeña del primer peronismo, fue girando luego gradual pero constantemente hacia posiciones de izquierda que se coronaron cuando en 2007 Chávez, tras negar durante años tener las influencias marxistas que le adjudicaban sus rivales, tomó como propio el concepto del Socialismo del Siglo XXI, un corpus ideológico que presumía de superar los errores del socialismo original y que se sostiene sobre todo en las batallas, por lo simbólico y lo cultural, más que en cambios en los sistemas de producción.

 

De hecho, el gran déficit del chavismo es que no logró superar la dependencia del petróleo que históricamente tuvo Venezuela, que importa alrededor del 90% de los productos alimenticios que consume. Ese déficit, atado a la caída de los precios del petróleo y a la muerte de Chávez, explica más la crisis venezolana que las probablemente reales pero exageradas explicaciones del chavismo sobre las conspiraciones de EE.UU. y sus aliados locales.

 

La suspensión aplicada al Parlamento venezolano habla, además, de las fallas de origen del poder de Maduro.  Semanas después de la popularmente llorada muerte de Chávez, fue a elecciones y ganó por apenas 1,5%, perdiendo, en ese breve espacio de tiempo, millones de votos chavistas que se pasaron para el bando del candidato opositor, Henrique Capriles. Maduro no solo nunca pudo quebrar la “grieta” y ampliar su base de sustentación, sino que, por el contrario, achicó su espacio y trabajó y trabaja para profundizar la división como herramienta política para sostenerse.

 

El instrumento es en teoría tan válido como cualquier otro, pero el sistema democrático necesita, como insumo fundamental, ver al otro como adversario y no como enemigo. No sería el caso de Venezuela y no sería el caso en varios países de la región, incluyendo a la Argentina. Si dos bandos tienen ánimos de imponerse uno al otro por el medio que fuera, es probable que lo logren, pero el cómo no es un detalle menor.

 

La crisis de Brasil reposicionó en la escena política al Ejército, cuyo titular declaró públicamente que su institución era la “reserva moral” del país, de un país cuyo Estado se desintegra día a día. En Ecuador, en medio de las tensiones que generó el recuento de votos en la elección presidencial, también el Ejército transmitió su postura de que “garantizaría que se respeten los resultados electorales”.

 

A diferencia de la Argentina, donde a la represión feroz se sumó una gestión de gobierno desastrosa, en el resto de Sudamérica, las dictaduras militares no fueron ni tan brutales en la represión ni tan desastrosas en su gestión, por lo que conservan prestigio en muchos sectores de la población.

 

Las etapas políticas en América Latina siempre tienen cierta uniformidad que se explica, en parte, por las similitudes culturales que tienen sus pueblos, pueblos mestizos.  En un mundo convulsionado que, como dice el papa Francisco, vive una tercera guerra mundial en cuotas, no es un buen augurio el reempoderamiento de los militares.

 

Toto Caputo y Marcos Pereda.
Horacio Rosatti, el gobernador Pullaro y Santiago Mascheroni, los tres posaron junto a un cuadro del Brigadier Estanislao López. 

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