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Chile: Piñera se prepara para volver

El centroderechista es favorito en las encuestas para los comicios del domingo 19, lejos del candidato del progresismo oficialista. Pero habría segunda vuelta. La dispersión de la oferta, clave.

El próximo 19 de noviembre, Chile celebrará elecciones para elegir presidente para el período 2018-2023. Todas las encuestas coinciden en que el ex mandatario Sebastián Piñera es el favorito para suceder a quien a su vez lo sucedió, la actual jefa del Estado, Michelle Bachelet, pero todas coinciden también en que el candidato de la alianza centroderechista Chile Vamos no podrá evitar la segunda vuelta y que abrirá, de esa manera, un espacio de incertidumbre para la definición final.

 

De darse estos pronósticos, se confirmaría la solidez de las propuestas pro-mercado en Chile (y la región), ya que la vuelta de Piñera a la presidencia le daría regularidad a la alternancia entre centroizquierda y centroderecha en el país trasandino, relegando la idea de excepcionalidad que se barajó con el triunfo del centroderechsta en 2009, el primero en elecciones libres en Chile desde 1958 (Jorge Alessandri).

 

En la gobernante alianza Nueva Mayoría, por su parte, la derrota profundizaría una crisis que ya es visible. El Partido Demócrata Cristiano rompió por primera vez desde la vuelta de la democracia con sus aliados socialistas y radicales y presenta una candidatura propia sin más aspiraciones que las de plantar bandera, la de la senadora Carolina Goic, quien, más allá de convocar críticas positivas por su desempeño en el último debate presidencial televisado, no supera el dígito en ninguna encuesta.

 

La senadora Carolina Goic, del Partido Demócrata Cristiano. 

 

 

Por otro lado, los sectores de izquierda referenciados sobre todo en el movimiento estudiantil, que en 2013 llegaron a apoyar a Bachelet en la segunda vuelta por sus promesas de reforma educativa, consideraron insuficientes las mismas y conformaron una alianza con otros grupos de izquierda, llamada Frente Amplio. Las encuestas auguran un cómodo tercer lugar para su candidata, la periodista Beatriz Sánchez, que obviamente desinfla la postulación del aspirante por el oficialismo, el senador radical y también periodista Alejandro Guillier, que apenas ronda el 21% en los sondeos previos, lejos del 44% de Piñera.

 

 

El candidato del oficialismo, Alejandro Guillier. Segundo cómodo, pero iría al ballotage.

 

 

Por si esto fuera poco, Marco Enriquez Ominami, de origen socialista, insiste con una tercera postulación presidencial pese a que los sondeos lo ubican en un lugar marginal, lejos del tercer lugar que ocupó en las elecciones de 2009 y 2013. MEO intenta mostrarse como el legítimo heredero del “legado” de Bachelet, con lo cual también sus votos, al menos en la primera vuelta, erosionan al oficialismo.

 

En tanto, Piñera solo tiene como rival por “derecha” al diputado José Antonio Kast, ex integrante de la derechista Unión Demócrata Independiente (UDI) y el único candidato que se anima a reivindicar abiertamente la gestión del ex dictador Augusto Pinochet. Con un discurso duro contra los grupos mapuches que protestan en la Patagonia y de reivindicación de valores conservadores cristianos, tiene un alto impacto mediático que no se traslada a las encuestas, donde apenas marca 4 o 5 puntos.

 

Finalmente, con impacto casi nulo se presentan también los izquierdistas Eduardo Artes(de una escisión del Partido Comunista) y el diputado pro chavista Alejandro Navarro.

 

 

 

El liderazgo de Piñera se sustenta, sobre todo, en el freno que tuvo y tiene la economía chilena, que se explica en partes por factores externos, como la caída del valor de su principal producto de exportación, el cobre, e internos, como la desconfianza del sector empresarial para con las reformas impulsadas por Bachelet no solo en materia impositiva sino también en educación, e salud y en materia electoral.

 

Paradójicamente, producto de la resistencia de la oposición de centroderecha y sus aliados empresariales más la propia falta de cohesión interna, llevaron a que las reformas fueran consideradas insuficientes por el ala izquierda de la coalición gobernante, que ahora nutre la mencionada candidatura de Sánchez por el Frente Amplio.

 

Sin esos complejos, Piñera promueve la idea de que bajo su gobierno los empresarios volverán a invertir y, consecuentemente, la economía a crecer. Pese a sus propios orígenes y los de los partidos que lo respaldan, Piñera se ha despegado desde siempre de las políticas de violación de los derechos humanos promovidas por Pinochet (sostiene, incluso, que votó NO en el plebiscito sobre la continuidad del dictador en 1988) y eso le permite captar un votante centrista decepcionado con Bachelet.

 

Pero ese despegue también tiene sus costos. Los analistas coinciden en que, si Kast llega a los pronosticados 5 puntos, sus votantes serían imprescindibles para Piñera en la hipotética segunda vuelta, claro que al igual que los de la demócrata cristiana Goic, y ahí el empresario deberá mostrar sus dotes políticas para atraer votantes de universos cercanos en temas económicos pero distantes en otras cuestiones.

 

 

 

Convencido de que estará en el ballotage, Guillier, por su parte, volverá a la carga con el crucial tema educativo y buscará, como hizo Bachelet en 2013, el respaldo de los votantes de Sánchez y Ominami a caballo de la continuidad de la reforma educativa y el miedo a que Piñera dé marcha atrás con lo mucho o poco realizado en la materia.

 

Para estos sectores, el sistema educativo chileno es particularmente funcional a la ostensible desigualdad económica que reina en Chile. Los costos impiden a los sectores populares acceder a educación de calidad y, por lo tanto, les dificulta acceder a empleos de calidad y finalmente la rueda gira en el mismo lugar para las siguientes generaciones. Pero, claro, el acuerdo sobre el diagnóstico no implica acuerdo sobre el remedio y ahí es donde aparece con fuerza la postura contraria expresada por Piñera.

 

Para el ex presidente y los sectores conservadores chilenos, la progresiva gratuidad en la enseñanza superior promovida por Bachelet es una de las razones por las cuales la economía está frenada, ya que, para sustentarla, hubo que incrementar la presión impositiva a los sectores productivos y éstos se retrajeron. Con nosotros, dicen, la economía crece y la pobreza extrema baja. La desigualdad no es parte sustancial de su agenda.

 

En definitiva, ante una tasa de participación inferior al 50% (en Chile el voto es voluntario) y la dispersión de la oferta electoral que va del centro a la izquierda, la derecha parece que tiene chances de volver a La Moneda con el voto popular y ratificar sin culpas un modelo económico que no soluciona (ni busca solucionar) la desigualdad, pero que viene funcionando sin grandes crisis desde los 80. Del otro lado, no aparece con claridad una oferta similar y, aunque con sus particularidades, la centroizquierda chilena termina con el mismo dilema que sus pares latinoamericanos: la dificultad de encarar reformas pro igualdad sin que esto implique crisis económicas que les allanen el camino a los opositores.

 

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