El Mensajero, documental sobre Bob Cox

El Mensajero cuenta la historia de un hombre que no fue un héroe ni un traidor, aunque muchos lo reconocen con el velo reconfortante de la gesta o de la infidelidad. O, mejor aún, es la historia de un hombre que fue al mismo tiempo un poco héroe y un poco traidor. El Mensajero es el primer documental que se filma sobre Robert Cox, director del Buenos Aires Herald entre 1976 y 1979. A partir del próximo jueves, estará en salas de cine.

 

El pasado viernes acababa de proyectarse el documental en el avant premiere y su director, Jayson McNamara, volvía a situarse frente a los espectadores, donde ya antes de la exhibición había acompañado a Vera Jarach, madre de Plaza de Mayo. El auditorio estaba integrado por conocedores de la historia y los testimonios que reúne el documental, pero ese conocimiento no atenuó el impacto del material, al que ayudan un notable trabajo de archivo y una edición sobria, sin golpes bajos.

 

 

 

Jarach y McNamara elogiaron la valía de Bob Cox y su sensibilidad con los familiares de desaparecidos durante la última dictadura. En ese punto de contacto empático y epidérmico con las víctimas del terrorismo estatal se localiza el desplazamiento de la traición a la leyenda: Cox traicionó a los de su clase al abrir, tardía pero efectivamente, las páginas del diario que dirigía a la denuncia de violaciones a los derechos humanos más elementales; pero antes de eso, durante el primer año de Videla-Massera-Agosti, había formado parte de la manada de traidores al periodismo con ediciones de apoyo explícito a la conducción dictatorial sin escatimar elogios ni indagar el saldo sangriento de sus políticas. Cox fue el primero, el más notable y el más explícito de los editores periodísticos en la Argentina en reflejar y luego en condenar esas políticas. Su actitud es reconocida por las víctimas de la dictadura.

 

Con un costo personal, profesional y social hoy difícil de imaginar, Cox se rindió ante la evidencia y supo desarmar la maquinaria de la que él mismo era un engranaje. Cuando los demás directores se negaban a recibir a las madres y familiares de miles de desaparecidos y secuestrados, Cox los recibió, los escuchó y publicó los hechos. Hizo periodismo, ni más ni menos, cuando nadie quería o se atrevía a hacer periodismo. Se atrevió a desafiarse a sí mismo, a su entorno y a las fuentes institucionales del gobierno de facto con las que tenía cercanía.

 

 

 

El Mensajero es un documental realizado por un australiano sobre la experiencia tormentosa de un inglés en la Argentina de los años de plomo. Tormento profesional y tormento personal: Cox debió partir de Buenos Aires en 1979 después de haber padecido una detención ilegal y amenazas a sus pequeños hijos. De los medios gráficos editados en la Argentina, el Buenos Aires Herald fue el diario que mayor cantidad de noticias publicó sobre las violaciones a los derechos humanos antes de 1980 y, en numerosas ocasiones, fue el único en hacerlo. Las limitaciones del idioma inglés en que se publicaba hasta su cierre en agosto de 2017 y su reducida tirada representaron al mismo tiempo un mecanismo de defensa y de trascendencia, dado que el periódico era leído en embajadas, agencias noticiosas y medios internacionales acreditados en el país.

 

McNamara aludió en la proyección a la “épica” de la historia protagonizada por Bob Cox, pero su documental muestra las tribulaciones de un editor simpatizante del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 como parte de un programa de restauración de orden frente al caos que Cox, como buena parte de la elite política, empresarial y periodística, facturaba a la izquierda en general y a las organizaciones armadas en particular. Las declaraciones de Cox en entrevistas de la época que McNamara desempolvó de archivos de televisoras públicas europeas no son propias de una figura heroica.

 

 

 

No, El Mensajero desborda el género épico. Se trata de un drama, del drama argentino que abduce a un periodista inglés. La historia que El Mensajero narra con respeto y sin hipérboles es mucho más interesante, ecléctica e incómoda que las versiones del pasado sazonadas con especias que aligeran su digestión en el presente. Es la historia de lo que desde la tribuna de tirapostas se calificaría como un “tibio”, un periodista con grandes contradicciones que el documental no oculta, que su testimonio en el Juicio a las Juntas de 1985 expone de modo descarnado y que él evita barrer bajo la alfombra, aunque algunos de sus amigos más cercanos sean especialmente piadosos con esas contradicciones.

 

El documental oxigena la revisión del pasado que caracteriza a todos los sectores políticos de la Argentina. Su valor pedagógico sobre la historia reciente y su registro humanista son bienvenidos en la actual coyuntura de pasiones desatadas, nuevamente, sin capacidad de escucha. Es particularmente recomendable para quienes ejercen el periodismo, quienes estudian periodismo, quienes hablan y desempeñan profesiones vinculadas al periodismo.

 

 

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